-
Welcome! (Bienvenides, pero en ingli)
(Hi friends! In efforts to expand my platform, and appeal to more audiences, I have decided to do a trial run on translating my posts, since the auto-translate feature isn’t always the most accurate. But sit down, have a drink, read for a while.)
All my life I’ve wanted to be a writer. I don’t mean that as hyperbole, literally for as long as I can remember, I’ve wanted to be a writer. In first grade, while the children talked about wanting to be astronauts, doctors, firefighters; I would lie and say that I wanted to be an architect, a veterinarian, or anything else that wasn’t a writer.
As a child, I hid it out of shame. For whatever reason, six-year-olds don’t seem to understand the desire to read and write. As a teenager, I started sharing it openly, even though I was still getting confused looks from my peers, and my family thought I had found a new «hobby» to pursue.
As I continued to mature, my desires only increased. Unfortunately, any artistic profession brings alarming looks from others, and by presenting the concept of a bachelor’s degree in literature so you can write a book to your family, you end up receiving even more alarming looks. So, after a while, when they asked me what I wanted to do with my life, I would answer I don’t know, or would try to change the subject with light jokes about wanting to work in fast food service, which made me the least favorite person for a couple of my friend’s parents.
What everyone thought was a «phase», remained a passion, something I would do even if they didn’t pay me, so I pursued it anyway. Currently, I have my bachelor’s degree in literature (and psychology, because «anyone can be a doctor and write, but someone who writes cannot be a doctor») and my dream of writing a book and sharing my words with the world has not vanished.
I don’t think it’s because of a narcissistic complex, I don’t think my words are more or less important than others; however, as a child, I watched the effect other people’s stories had on me. I remember how other’s words were able to transport me to another world; a silent one. One I am in control of, one I’m able to modify.
I sound like a sociopathic narcissist again, suggesting that I want to control everything and everyone, but when you’re raised in a rather… unstable home, feeling in control of something seems like a luxury. But that will be a topic for another day; For now, writing for me is something therapeutic and as someone who over-analyzes everything, someone who would find a seventh sense if I culd, I usually have a lot to write about. I created this to give my stories a platform and life, to see if I can impact someone the same way others have impacted me.
So, welcome to my contradictory and neurotic world. I hope you enjoy.
“By embracing your calling and refusing to hide your glow, you wouldn’t just make your world brighter, you’d light the way for the women who come behind you.”
Rachel Hollis, Girl, Stop apologizing.(Versión Original)
Bienvenides,
Toda mi vida he querido ser escritora. No lo digo como hipérbole, literalmente, desde que tengo memoria, he querido ser escritora. En primer grado, mientras los niños hablaban de querer ser astronautas, doctores, bomberos; yo mentía y decía que quería ser arquitecta, veterinaria, o cualquier otra cosa que no fuera ser escritora.
De pequeña, lo escondía por vergüenza. Por alguna razón, niños de seis años no parecen comprender el deseo de escribir y leer. De adolescente, lo comencé a compartir abiertamente, aunque aún recibía miradas confusas de mis compañeros, y mi familia pensaba que había encontrado un «hobbie» nuevo para seguir.
Al seguir creciendo, mis deseos solo aumentaron. Lamentablemente, cualquier profesión artística conlleva miradas alarmantes de los demás y al presentar el concepto de un bachillerato en literatura para poder escribir un libro a tu familia, recibes más miradas alarmantes todavía. Así que, luego de un tiempo, cuando me preguntaban qué quería hacer con mi vida respondía no sé, o intentaba cambiar el tema con bromas ligeras de querer trabajar en un «fast food», algo que me llevo a no ser la persona favorita de muchos padres.
Lo que todos pensaron que era un «phase», permaneció como una pasión, algo que haría aunque no me paguen, así que lo estudié comoquiera. Actualmente, tengo mi bachillerato en literatura (y psicología, porque «cualquiera puede ser doctor y escribir, pero alguien que escribe no puede ser doctor») y mi sueño de escribir un libro y de compartir mis palabras con el mundo no ha desvanecido.
No creo que sea por un complejo narcisista, no pienso que mis palabras son ni más ni menos importantes que otras; pero de niña, observé el efecto que tuvieron las historias de los demás en mí. Sentí cómo las palabras de otros me llevaban a un mundo en silencio, un mundo que yo controlo y modifico.
Nuevamente sueno como una narcisista sociópata, sugiriendo que mi deseo es controlar todo y a todos, pero cuando te crías en un hogar … inestable. Sentir que tienes el control de algo parece un lujo. Pero ese será un tema para otro día; por ahora, escribir para mi es algo terapéutico y como alguien que sobre-analiza todo, alguien que si pudiera le buscara hasta la sexta pata al gato, usualmente tengo mucho de que escribir. Creé esto para darle plataforma y vida a mis historias y ver si logro impactar a alguien de la misma manera que otros me han impactado a mi.
Así que, bienvenides a mi mundo contradictorio y neurótico. Espero que disfruten.
«Tengo dos opciones: puedo escribir palabras al mundo y esperar que encuentren su audiencia. O puedo esconder mi luz debajo de la mesa por miedo a que mi resplandor no le guste a alguien.»
Rachel Hollis, «Amiga, Lávate esa Cara» -
Oda al Miedo
No me considero poeta.
De hecho, si llevan conmigo desde el principio, saben que me cuesta llamarme «escritora», así que poeta? Menos.
Nunca sé cómo acabarlos, no me gustan a menos que rimen, y si escribo uno necesito que rime pero que transmita un mensaje profundo e irónico–una habilidad que aún no desarrollo, por lo menos no en la poesía.
No me considero Emily Dickinson, ni Pablo Neruda, ni Julia de Burgos, ni nada por el estilo y si nos dejamos llevar por lo técnico, esto es trampa, porque fue un escrito que hice para mi maestría, y… no sé. Me quedé con el deseo de compartirlo. Así que, les presento:
«¿A qué le tienes miedo? «
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Por un momento, tuve que pensar.
Pensé en la niña que se preguntaba
¿por qué los niños les temen a los monstruos?
¿O a la oscuridad?
Si yo, a lo que le temía…. era la realidad.
Pensé en la niña que le temía a los tribunales y a las cortes.
La que se preocupaba por trabajadores sociales,
Por visitas supervisadas, y vestidos ideales.
Es raro, ¿no? A lo que le llegamos a temer,
Si tan solo pudiéramos saber,
Que cada miedo se haría ver.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y pensé en la adolescente,
La que tenía mil cosas en la mente.
La que no entendía por qué sus sentimientos,
Podrían sentirse tan intensos.
La que no comprendía de dónde nacía tanta tristeza;
O si, como decían los demás, solo era pereza;
La que basaba su valor interno en lo que dijeran los demás,
La que no sabía de lo que era capaz.
La que le temía a perder a los que parecían tan importantes,
A los amigos, que algún día consideré gigantes.
Con las que compartía todo,
Desde mis miedos, hasta mis apodos.
Las que conocieron a toda mi familia,
Las que conocieron todos mis lados,
Y aún así no se reconcilian.
Mis miedos, nuevamente, se volvieron realidad.
Perdí a todos los que creaban mi sanidad,
Y al parecer, eran los mismos que la alteraban.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y recordé a la universitaria enamorada.
La que se sentaba por las noches pensando,
¿qué podría pasar?
La que se dejó enamorar,
Que se dejó llevar.
La que dio todo, y más
Con tal de convencerla que la amaba.
Con tal de que supiera que haría todo por ella,
Que era la única en mi mente, en mi corazón.
Pensé en la que lloraba, aterrada
Después de una discusión o una pelea,
La que pensaba que “hasta aquí era”.
La que juraba, por todo lo que quería,
Que… esa sería la ruptura que acabaría conmigo.
Que, al fin, luego de tanto, sabría cuál era mi mayor miedo.
Perderla, de eso no me recuperaría.
Si algo me ha demostrado el humor del universo,
Que suele ser irónico, y perverso;
Es que todo puede volverse cierto,
Especialmente a lo que le tienes miedo.
Se fue, y sin avisar.
Se fue, y aunque lo vi llegar,
Se sintió como…una muerte, que cometieron al azar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le tienes miedo?
Y no supe contestar.
Pensé en lo mucho que me duele perder a los demás;
Lo que dolió perderla a ella, lo que dolió perder a mis amigas.
Pienso en lo que dolió perder a mis mascotas, a mis perros y mis güimos.
Pensé en cuando diagnosticaron a mi abuela con cáncer,
A la que me crio y me cantó cuando era infante.
La que aún me cuenta cuán claro hablaba,
Y que mi memoria le refutaba,
cada historia nocturna, de las que se inventaba.
Pensé en arañas y cucarachas,
En lagartijas y viejas borrachas,
Pensé en la oscuridad, en la incertidumbre
En la soledad y todas sus costumbres,
Y aún así, no supe contestar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le temes?
Y pensé, tal vez a la muerte, o a los nenes.
Pensé en que, si lo digo, lo pongo en el universo,
Que como ya sabemos,
Tiene un sentido del humor perverso.
Pensé que decirlo, lo hace real.
Decirlo, lo hace pasar.
Ayer me preguntaron, ¿a qué le temes?
Y al fin contesté; No sé, pregunta mejor la semana que viene.
-
Yo puedo explicar…
¿Por dónde empezar?
¿Disculpándome por desaparecer nuevamente, esta vez por aún más tiempo, luego de comenzar nuestra relación diciendo que quería proveerles estabilidad? (Algo que desde temprano establecí que yo misma carecía (estabilidad) en mi vida, así que no sé por qué esperaban más de mí pero aprecio que me esperaran, los aprecio más si vuelven sin ningún tipo de resentimiento — algo que yo no he aprendido a hacer (dejar que las personas vuelvan a mi vida sin resentirlos) pero que tal vez nos convendría a todos. En fin, soy igual de “unreliable” que el resto de las personas en tu vida y lo lamento, probablemente nace de mis daddy issues. Lo hablamos luego.)
¿Poniéndolos al tanto de mi vida, que sería igual que explicarles la razón de mi acto de desaparición, con todo lo malo y lo bueno y todas las veces que la vida me ha mirado a los ojos mientras me tumba al piso? (En resumen: me dio COVID por decir que era inmune, pasé de tener tres bisabuelos vivos a ninguno, igual que de dos güimos a ninguno. Me chocaron, lo que fue sorprendente porque usualmente la que choca soy yo. Cumplí años. Me aceptaron para una maestría en Salamanca (pero virtual, aún no tendré mi fantasía de Adri in Paris — que conste que solo vi un episodio de esa serie, pero quiero hacer la referencia.) Dos del “cast” de Jersey Shore me contestaron por twitter. Bad Bunny sacó un disco nuevo, etc.)
¿Volviendo a publicar algo tipo “Una Carta a Ustedes” y darles “snippets” de todas las cosas que comencé a escribir en un esfuerzo de proveerles contenido mientras simultáneamente los usaba de psicólogos, creando una relación de esas científicas dónde ambos se benefician? (Intenté analizar “Un Verano Sin Ti” y demostrarle a todos los que aún no se han montado en el “Badboliber train” que aunque sea medio sucio, hay mensajes bonitos detrás de sus canciones y en realidad es buen letrista; una segunda parte de “¿Por Qué Paradoja?” dónde sobre-explicaba mi voz narrativa (por qué escribo de la manera que escribo) ya que una de las personas que lee mi blog me dio varias críticas sobre mis posts y sentí la necesidad de hacerlo; Jersey Shore y cómo las mujeres del show impactaron el concepto de feminidad (cuando estoy ansiosa o deprimida me obsesiono con ciertas cosas— esta vez fue con reality shows. Vi mucho Jersey Shore); más teorías de Spongebob y cómo pienso que a los humanos no nos gustarían los Krabby Patties; la historia de cómo tuve un despertar espiritual por una película y, sorprendentemente, no por el retiro confidencial TOP SECRET de tres días que fui en el 2017 que sí les diría más detalles los tendría que matar—dónde nos hablaron de cómo la homosexualidad era un pecado y por faltarle el respeto a mi mamá esa vez en el 2011 iba a ir al infierno, cuando el líder de una de las caminatas estaba yendo a tribunales peleando casos de abuso sexual—pero lograron darme dos de las cosas que más anhelaba (1) reassurance y (2) la oportunidad de desaparecer de todo lo que conocía, aunque fuera por 72 horas. Cosas así).
¿O, simplemente, escribir y continuar escribiendo a ver qué sale? (Fingiendo como si eso no fue lo que me llevó a escribir todo lo anterior, verdad.)
¿Cómo volver a lo que amas sin que se sienta como una tarea? ¿Cómo escribirles, a ustedes pero para mí, sin ponerme la presión encima de lo que vayan a pensar? (Por alguna razón me convenzo en que estoy escribiendo mi tesis doctoral, o un ensayo que vale 89% de mi nota, o como si lo va a leer Julia de Burgos o Gabriel García Marquez. O Bad Bunny o Megan Fox. No sé, me pongo mucha presión a mi misma y nunca termino satisfecha —algo que lamentablemente puedo decir de muchas áreas en mi vida.) ¿Cómo deshacerme de ti, si no te tengo? ¿Cómo alejarme de ti si—perdón, me distraje.
El punto es que, hola y perdón que me fui por mucho tiempo. Necesitaba un momento para reorganizar mi vida y mi mente y tratar de distinguir todas las voces que viven en mi mente y separarlas entre las que sí debería escuchar y las que están ahí para molestar (por no decir joderme la vida—eso suena como si soy esquizofrénica o tengo múltiples personalidades, y tal vez, pero me refiero a mi manera de procesar pensamientos y sentimientos y todo lo demás.)
Aunque sigo sin sentir que algo me inspira, o alguna musa que me lleve a elaborar en algo en específico, sí he estado recordando momentos en mi vida que me hacen pensar “ok. ya pueden salir los camarógrafos. dónde está Ashton Kutcher?”, or reflexionando sobre ciertas cosas que sobre-analizo, ya que dudo que alguien las analice regularmente, así que creo y desarrollo mi propio análisis yo (como el hecho de que mi personalidad es adaptable y dependiendo de las personas que estén en mi vida, o la serie que esté viendo en el momento, mi comportamiento, jerga y expectativas/anhelos se va a adaptar, inconscientemente, a eso. Ya sea porque es un escape de la realidad, o sea porque nace de una inseguridad profunda que me hace sentir que mi personalidad en sí no es suficiente así que tiene que tomar prestado de otras partes, no sé), de las que podría compartir con ustedes.
El propósito de esta publicación, es más bien un anuncio para dejarles saber que próximamente estaré intentando volver a escribir. No solo para ustedes, pero para mí. Por mí. Ya sea para sanar o desahogarme o compartir esas cosas que siento que a nadie en el mundo real le importa pero que tal vez a alguien en el internet sí— vienen cosas por ahí. Espero que estén bien ustedes, prometo intentar ser más “reliable” y “ghostearlos” menos. (Aunque no se sientan mal, hago lo mismo con mis amistades. Hasta con mi familia. It’s a work in progress.)
Nada, escucharán más de mi pronto. Por ahora, gracias por el apoyo y por seguir aquí. Una de las cosas que me motiva a seguir escribiendo, y a empujarme a salir de mi zona de comfort, y lograr convencerme de compartir lo que escribo con los demás es saber que genuinamente hay personas que lo leen. Aprecio sus mensajes, sus comentarios, sus «likes», sus vistas–todo.
-
La Madre de los Posts
Todos los años paso por el mismo dilema—no saber qué regalarle a mi mamá. Y no solo a mi mamá; a mis abuelas, a mi tía (sí una sola porque pienso que estoy en la edad en donde es aceptable solo regalarle a mis «favoritas», porque soy demasiado pobre para regalarles a todas); en fin, a las mujeres que me hicieron lo que soy hoy. Y aunque todas se merezcan su propia tesis doctoral sobre lo mucho que las quiero, hoy sólo se la dedicaré a una de ellas–a la más importante.
Por más que quisiera poder bajarle a mi mamá la luna, junto con las estrellas y todos los planetas (porque se merece eso y más, y sería lo más concreto que podría otorgarle en un intento de compensar por todo lo que me ha dado); es físicamente imposible. Por más que quisiera que se levantara el domingo y la BMW del año que quería esté estacionada afuera, o que Luis Miguel llegara a su casa a darle un saludo especial; soy pobre y no sé conseguir a LuisMi. Y pienso que ya pasé la edad dónde hacerle un dibujo de nosotras dos que diga «te amo, mami» por el lado sea aceptable, pero como soy escritora, lamentablemente la edad donde deje de ser aceptable que le dedique mis palabras, nunca va a llegar. Así que, en un intento de compensar no tener regalos físicos (le di uno que otro detallito, no piensen que soy tan miserable), esta publicación es para tí, mami.
A ti, que fuiste madre y padre por una parte de mi vida. A ti, que me haz apoyado en todo, hasta cuando no podías, hasta cuando no sabías cómo; ahí estabas. A ti, la mujer más fuerte que conozco y que conoceré, lo más cercano que tendré a un súperheroe. A ti, que luchaste hasta más no poder por mí; que lograste tanto siendo madre soltera, que completaste tu carrera de derecho siendo madre de dos.
A ti, te doy las gracias. Nunca habrán palabras suficientes para describir el nível de amor y de agradecimiento que siento, no solo por ti, sino por Dios, porque me bendijo con una madre como tú. Porque de todas las mamás a las que me pudo haber enviado desde el cielo, me envío a ti y fue como pegarme la lotería sin saberlo. (Y bueno, sin saber lo que era la lotería porque era una bebé. Aunque no sé, yo era bien inteligente cuando pequeña… era.)
Te escribo esto, para que lo leas cuando me extrañes o cuando quieras recordar lo increíble que eres. Para que lo leas en este Día de las Madres y de nuevo comentes que «siempre te hago llorar». Para que cuando publique mi libro y se gane mil premios (bueno… o por lo menos uno), recuerdes que siempre fue por ti y para ti. Que siempre fue por tu apoyo inconidicional y que siempre fue para hacerte sentir aún más orgullosa de mí.
Y si tú (mi querido lector), continuaste leyendo, 1. que presentau, si dije que era para mi mamá. y 2. para no hacer otra carta donde solo le doy las gracias a mi mamá, te hablaré de ella (que espero esté leyendo esto también) y de lo increíble que es, de como gracias a ella es que este blog es lo que es (porque gracias a ella, soy como soy.)
Mi mamá es una de las personas más increíbles que conozco, de las más amables y dadivosas que conozco en mi vida. Es el tipo de persona que genuinamente se ha quedado sin nada con tal de que los demás tengan. Es el tipo de persona que se para en medio de una autopista a rescatar un perrito, y procede a sanarlo y cuidarlo después. Tiene un corazón tan inmenso, que hasta personas que no la conocen lo notan y se sienten conectadas a ella. Un corazón que suelen reconocer los animales (hasta los lagartijos—no es broma. Le dicen Dra. Dolittle), los viejitos y las brujas. Un corazón que la hace ser de las personas más empáticas, comprensivas y dadivosas que conozco. De verdad, no pude pedir mejor mamá.
Claro, tiene sus «defectos». Es un poco despistada, pero compensa siendo una mujer sumamente trabajadora—corriendo su propio negocio, el de su esposo y el de su papá. (Sí, viste. Girlboss.) Hace chistes extraños, de los que son reales pero si tu reacción es negativa se ríe para disimular; que la hace más cómica aún y me bendijo a mí con un sentido del humor de alta calidad. Pero, el único defecto que resaltaría, es las veces que falla en ver su valor, o el impacto que tiene en los demás.
Yo no digo todo esto siendo parcial por ser su hija. Si se sientan a preguntarle a 10 personas que la conozcan, les dirán lo mismo. Si se sientan a ver los comentarios de sus amistades (las verdaderas) en Facebook, leerán lo mismo. Si ven todo lo que su equipo dice de ella (porque es entrenadora personal), verán lo mismo; es de las mejores personas que conocen. Pensar que hay gente en el mundo que quisiera hacerla pensar lo contrario, o que las inseguridades que nos presenta la vocecita (el diablito del hombro) intenten dominarla y hacerla sentir como menos; me llena de rabia. Quisiera protegerla de todo lo malo del mundo, y ayudarla a sanar lo malo que ya ha vivido (aunque ya ella se ha sanado, sola y por su cuenta. Les digo, de las mujeres más fuertes, sino la más, que conozco.). Quisiera que el universo, el mundo, y las personas que la rodean; algún día puedan darle para atrás todo lo que ella ha puesto en el mundo. Que la vida le devuelva toda la generosidad y amor que ella ha puesto en el mundo, le devuelvan todas las cosas buenas que ha hecho por los demás, ya haya sido su familia, sus amistades, o un extraño de la calle que logró ver lo simpática que era.
Quisiera que supiera, que aunque tal vez para los demás no haya sido una madre «perfecta»(aunque no sé por qué lo pensarían, tal vez porque se le olvidaba buscar mis notas de vez en cuando–pero es que estaba acostumbrada a que fueran buenas, so why would she bother?) , para mí siempre lo fue.
En las altas, en las bajas, en las discusiones alimentadas (y causadas) por mis hormonas pubertales, cuando cambió mi número, cuando cantamos en el carro, las «pelas en el clóset» (es un chiste interno—no se asusten), las veces que pensó que me iba mucho tiempo de casa por no querer estar con ella (que nunca fue cierto, solo tuve un periodo de mi vida dónde priorizé a mis amistades sobre todo y pues, trajo sus propias complicaciones, pero un tema para después)—siempre fue una madre perfecta y ejemplar. No ha habido un solo momento en mi vida (y esto lo digo genuinamente, mami) en dónde yo no haya estado agradecida por tener una mamá como ella.
No ha habido un solo momento donde yo no haya estado agradecida de tener una mamá que siempre buscó recordarme lo orgullosa que estaba de mí, una mamá que buscaba siempre decirle que sí a mis sueños y necesidades, una mamá que me ha dado todo, que siempre buscó recordarme que soy una mujer inteligente, hermosa y capaz. Una mamá que apoyó mi lado «escritoresco«desde que mis cuentos eran sobre príncipes ficticios y escritos en construction paper. Una mamá que, de hecho, los tiene todos guardados. Una mamá que ha hecho (y continúa haciendo) todo lo posible por ayudarme, en toda manera; sea financiera, emocional, a ver mi valor, a hacer ejercicio y mejorar mi salud, a recoger mi cuarto… en fin, me he ayudado en todo. Aunque parezca casi dado que tu madre esté presente, no siempre es el caso, y el hecho de que la mía ha estado ahí siempre, para mí significa todo.
Una madre que reaccionó a yo saliendo del closet diciendo «Te gustan las nenas? Okay. Pensaste que me iba a enojar o algo? Por Dios, después que tú seas buena persona. Y estés feliz, quién ames no me importa—claro, después de que te traten bien.» La misma que me apoyó cuando mi torre de Jenga se cayó, y la que me ha ayudado a buscar todas las piezas para volver a construir la torre. La que llegó con un flashlight después de enterarse que me sentía estancada en el túnel oscuro; la que me ayuda a levantarme después de que me doy contra el piso «bungee jumping». La que llega para decirme «levántate, para que veas que el agua en la que sientes que te ahogas, es llanita.»
En fin, la solución a todas las metáforas que he usado para describir estar perdida, triste… neurótica. La que hace que el caos tenga coherencia, que la contradicción tenga… dicción? En fin, mi sistema de apoyo principal, mi fanática número uno, la que siempre buscó por mi bien, hasta cuando yo tal vez fallaba en notarlo.
Una madre que me ha hecho una mujer independiente y fuerte, una mujer capaz de lograr todo, porque sé que tengo quién me levante si me caigo. Una madre que me bendijo con su inteligencia y con su capacidad de impactar a los demás. La que me ha enseñado que lo importante en la vida son nuestros valores, y las acciones que tomamos siguiendo los mismos. La que me ha demostrado que lo material, no importa—después que estemos bien. La que me ha hecho querer seguir adelante siempre, solo para poder hacerla aún más orgullosa de mí.
La que quisiera que me dure para siempre porque aunque ya me ha visto graduarme de casi todo, aún le falta ver publicar mi primer libro y dedicarselo a ella. Le falta verme dedicarle el premio nobel de literatura (dejénme soñar) y aunque no esté en mis planes, supongo que le falta verme casarme y tener mis propios perri-hijos. La que quisiera que me dure para siempre porque el mero hecho de no tenerla me aterra. Imaginense, si lloro cuando vuelvo después de visitarla–sabiendo que probablemente la veo en un mes. La que extraño siempre, pero que llevo siempre en mi corazón. La que nunca me contesta el telefono y después dice que la que se olvida que tiene madre soy yo, pero la perdono comoquiera porque me gusta hablarle—aunque sus conversaciones por telefono sean más ella multitasking mientras te escucha hablar. La que me hace querer comprarle todos los cerditos y perros salchichas del mundo, porque aunque ya no tenga dónde guardarlos, quiero que siempre tenga algo cerca que la haga pensar en mí.
A la única que le acepto «Ok» en vez de okay de respuesta. Una madre que me sorprende más cada día—con su fuerza, su inteligencia, su bondad, su capacidad de lograr lo que se propone. Una madre trabajadora, emprendedora, independiente— que da su todo en lo que hace. Una madre que me enorgullece cada día más, mi ejemplo a seguir.
Feliz día de las madres, mami!
Y no solo a mi mamá, sino a las tias/madrinas que te dejan vivir en su casa (aunque le dan ganas de botarte cada vez que pongas el papel de inodoro alreves) y cuidan a tus güimos aunque no los quieran—las que te alcahueteaban desde pequeñas y aunque no sean muy «touchy feely» ambas saben que se quieren mucho y por lo menos yo, sé que no podría vivir sin ella— que quita las fotos de tu ex cuando no estás en tu casa y la que te dona la última coca-cola cuando estás triste. (Felicidades titi, gracias por ser mi madre adoptiva).
O a las abuelas que genuinamente son la Luz al final del túnel. Las que te «cantan otra canción» aunque tengas 23 años, las que te cuidan hasta cuando la que estás tratando de cuidarla eres tú. Las que te mandan $50 por ATH Móvil cuando le pides $20, la que te psicoanaliza gratis solo porque te quiere. La que te hace chuletas con amarillos cada vez que vienes, hasta sin que se lo pidas, porque sabe que es tu comida favorita.
O las abuelas que cargan «la ambulancia» encima porque siempre andan preparadas para lo que traiga el día, las que te persiguen gritando tu nombre detrás del Jeep de Barbie, las que no te matan cuando pediste permiso para que vinieran tres amigos y llegaron tres con los novios, primos y los tíos. La que te perdona cuando los mismos que invitaste y tú le ponen jabón a la chorrera en un esfuerzo de ir más rápido, pero fracasan por completo. La que te acurruca cuando necesitas y te arregla la frisa cuando estás temblando.
Las abuelas que te leen, aunque no entiendan bien las redes, o les confunda cuál link los lleva a qué. Las que son y seguirán siendo tus fanáticas hasta más no poder—que siempre resaltan lo orgullosas que están de ti. Las abuelas que cuando se enferman, te asustas, porque quisieras que te duren para siempre, porque genuinamente no sabes qué harías sin ellas. (Felicidades Abi & Abi, las amo.)
Las «abuelastras» que buscan complacerte y conectar contigo, hasta en cosas pequeñas. Las que tal vez no fueron muy buenas demostrando que te querían al principio, pero te hacen sentir como su nieta biológica. Y su familia entera, con las tías medio locas que le pone «pampers» a sus perros, pero que nunca se le olvida felicitarte en tu cumpleaños ni darte un detallito en Navidad. La que igual te lee y te sigue, la que te dirige el «fan club» si la dejas. La que siempre te ha tratado con mucho cariño y bondad— pero no admites que es tu favorita por si las demás se ponen celosas.
Felicidades también a las tías que nunca se sintieron como tías— porque tenían 13 años cuando naciste y le diste con un bibí en la cara; la que siguió tratándote como su hermanita siempre, la que es medio cruel y «bully» pero la quieres así. La que te presta su ropa, junto con el maquillaje, el recorte, zapatos y las cejas—y lo hace todo mientras ve Netflix, atiende a sus hijos y llena planillas. La que demuestra que te quiere de maneras distintas, pero siempre sabes que te quiere (y tú a ella, aunque te haya dado para atrás después del bibi y solo sepas demostrarsélo cuidando a su perro y a su conejo). O a las tías que te invitan a la playa todos los fines de semana solo con tal verte, la que a veces solo vez en Navidades y Año nuevo pero que llevas en el corazón siempre, la que nos dejaba dormir a todos en frisas en el piso y fingía que no nos escuchaba jugando DS y riéndonos a las tres de la mañana.
Las tías medio ansiosas, que han pasado por mucho, y aún así buscan sonreír y salir adelante. Las tías que son tan buenas que a veces, se aprovechan de su nobleza. Las tías que merecen tanto—más amor, más felicidad, tranquilidad y paz. La que te regaña por comerte chocolates viejos (del baby shower de tu prima adolescente) pero aún así los guarda de recuerdo. La que te cuida y te mima como si fueras hija de ella porque, efectivamente, eres su única sobrina.
Las tías postizas/adoptivas que te planchan el pelo cuando se lo pides y de una te maquilla. La que te trataba como hija suya porque no tenía su propia, y ahora que la tiene, sabes que fue otra bebé que se ganó la lotería.
Las tías postizas que te adoptan en Disney y compensan por el despiste de tu madre biológica. Las que te hacen reír solo con respirar, las que sientes que conoces hace años aunque solo lleva en tu vida dos. La que llamas cuando te sientes ansiosa porque te ayuda a sentir paz, la que te da consuelo cuando lo necesitas. (Aquí hablo de la mejor amiga de mi mamá— M, eres de las personas más bondadosas que conozco y viviré agradecida siempre que Dios te haya puesto en nuestras vidas.)
A las tiamigas que te siguen en Facebook y que, aunque solo ves de vez en cuando, te emocionas igual. De las que te dicen «yo te vi cuando eras así de pequeña» como si yo no recordara viéndolas estudiando derecho con mi mamá — como si no me sintiera vieja viendo como sus hijas ya casi hasta se gradúan de la uni, o viendo los «memories» de Facebook de cuando fui al primer cumpleaños de su hijo que ahora es todo un emprendedor y tiene hasta su propia linea de limonada. Las que preguntan por ti siempre, y aunque no las veas tanto como quisieras, cada vez que sí comparten es como recordar que tienes tres tías lejanas más.
A las madres postizas que te adoptan porque sus hijos decidieron que iban a tenerte en sus vidas. Las que te cocinan, te invitan a la iglesia, las que te llevan a pasear por San Juan porque sí, las que se mantienen al tanto de tu vida (a veces hasta mejor que los hijos). Las que te llevan a Europa para que presencies su «Lo tori», las que velan por tu bienestar y te recuerdan siempre cuán flaca (o no.. JAJAJA) estás. Las que te cuidan por elección y te hacen sentir querida incondicionalmente, como si fueras hija de ellas también. (Shoutout especial para Ivelisse, Lourdes, Zoraida, Amarilis, María, Cristina, Leticia, Carmen, Jamil — gracias por dejarme en sus casas hasta cuando bromeaba que quería trabajar en fast food, genuinamente, las quiero mucho siempre.) (Y a las que no eran ni madres de amistades mías, y aún así me apoyan (Hola Lizzie). Also special shout-out to Gloria, Tiffany, Josefina, and Martha.)
(Me siento como Bad bunny en su canción nueva «las gabrielas, las patricia las nicole..» anyway, como les decía.)
Por último, a las maestras que te trataban como sus hijos. Las que recuerdas con mucha nostalgia y cariño— las que eran como Sprite (te dice las cosas como son), las que hacen apuestas contigo para intentar que te motives más a estudiar, las que te quitan las briscas pero te las devuelven después de clase. Las que genuinamente se preocupaban por ti y tu bienestar, que te hacían creer aún más en la profesión de maestro, las que te hacían querer que les pagaran 60 veces más solo porque te enseñaban más allá del salón de clases. Las que te llevaron a Costa Rica hasta cuando ya no estabas en la escuela, la que te acompaña corriendo a comprarle un bizcocho a tu mejor amiga para cantarle en el mismo hotel de Costa Rica (te hablo a ti, Meli). Las que hasta cuando te fuiste del colegio, te aceptaban de vuelta con emoción. Las que te siguen aún y te leen, y aún te recalcan lo orgullosas que están. Las que visitas en tus juegos de baloncesto y le escribes por instagram para que lea tu blog (Hola, Texi.) Las que te empujan a intentar cosas nuevas y casi te obligan a participar en oratoria solo porque ven tu potencial. Las que te hacen querer seguir tu pasión de escribir y te apoyan, las que te hacen sentir en casa hasta cuando estás en los United Estays. De las que te hacen pastelón y arroz con pollo, y te ayuda a recaudar fondos para ayudar a Puerto Rico después de María (porque en tu universidad eran unos racistas estúpidos que te dijeron que no tenían tiempo para PR porque estaban muy ocupados ayudando a Texas). (Nuevamente, shout-out especial para: Ana, Carol, Nilda, Nathbia, Melissa, María R., Texi, Pulli, Diana, VO, and Rellinger– las llevo y llevaré siempre en mi corazón!)
En fin, todas las madres que han estado en mi vida. Todas las que me han hecho sentir como si tengo seis madres en vez de una. Y si soy honesta, todas las quiero, respeto y aprecio porque de una forma u otra, me recuerdan a mi mamá.
Mami, gracias por tanto; hoy y siempre. Te amo, mucho y espero que te guste tu regalo.
EN CONCLUSIÓN, ¡FELIZ DÍA DE LAS MADRES A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO, pero en especial a la mía!
-
«Otro día», al fin llegó.
El amor es algo extraño. No creo que existan palabras suficientes para describirlo; y eso para mí, es raro. Las palabras tienden ser mi arma, mi entrada al mundo, mi método de expresión, de comunicación… Como nunca dejamos de sentir, por ende, de expresar; nunca existirán palabras suficientes para describir cada sensación, cada sentimiento, cada mirada...
Nunca habrán palabras suficientes para describir cómo me hiciste sentir. Desde un principio, pude sentir el hale, casi magnético. Desde antes de conocerte, estuvo ahí, como si Dios estaba «foreshadowing» mejores días. No sé qué hubiera hecho si no llegabas a mi vida. No sé cómo hubiera logrado… seguir, sin haberte conocido. Conocerte fue como si llevaba estancada en un túnel oscuro y al fin alguien prendió una vela para enseñarme que la salida del túnel, para ir hacía la luz, hacía el camino que anhelaba; estaba al frente mío todo ese tiempo. Conocerte fue escuchar canciones de amor y sonreír porque sabía de lo que hablaban, porque podía relacionarme a los sentimientos que narraban. Conocerte fue que… todas las canciones de amor, inconscientemente, eran dedicadas a ti. Fue sentir que al fin me amarraron bien las cuerdas para irme bungee jumping, como si alguien por fin me dijo (sí, reusando metáforas) ‘»pendeja, estás bien?», luego de años de solo escuchar estás bien pendeja.
Fue entender las películas de amor clichosas, y sentir, por fin, de lo que tanto hablaban en los «rom-coms». Fue comprender que efectivamente, el amor se compone de felicidad, pero también de tristeza, enojo, frustración… tiempo, comprensión, entendimiento… «compromises»... Fue estar consciente, en todo momento, que nada en la vida duraría para siempre, y que cuando lo nuestro acabara; aunque se sentiría como el fin, como si me quedé estancada en el túnel y el tren me cruzó por encima una y otra y otra vez; habría, por lo menos, sido amada de la manera que tanto anhelaba. Un amor incondicional (o bueno, así se sentía), compuesto de confianza y un sentido extraño de entendimiento; una conexión que se sentía planteada por el universo.
Amarte fue, mágico. Fue entender a lo que todos se referían cuando decían que «cuando dejes de buscar, ahí encuentras.» Fue sentir el corazón lleno cuando recordaste que mi sabor de «ring pop» preferido era «Berry Blast«, fue querer llorar de la felicidad después de haber tenido un mal día y llegar para que me recibieras con peluches y dulces, o con cosas que simplemente te recordaban a mi.
Fue confiar en alguien, plena y completamente, por primera vez en mi vida. Fue sentir que quería decirte todo, porque… no sé. Sentía que podía.. y quería que supieras hasta lo más profundo de mí. (Alguien me comentó que hago demasiadas referencias en estos posts, pero no me importa, así que aquí les va otra; era como si ella era Shrek y quería que siguiera pelando mis capas, como si fuera una cebolla). Amarte fue llorar cuando te fuiste, aunque sabía que te iba a ver en menos de una semana; aunque solo te fuiste a 45 minutos de mí; aunque habías pasado el día entero contigo…
Amarte fue entender por qué a las personas les gusta el afecto. Fue aprender lo que es sentirse segura y cómoda en tus brazos. Fue casi necesitar agarrar tu mano cada vez que estaba cerca de mí, fue querer sentirte cerca siempre. Fue alejarme de lo que me hacía sentir mal, pero porque aprendí lo que se sentía bien contigo. Fue alejarme de dónde me sentía menos, o incomprendida; porque me enseñaste lo que era sentirme valorada. Me enseñaste que todo el tiempo que pasé pensando que la que era «rara» o incomprendida era yo, en realidad era que los demás no se esforzaban lo suficiente en escuchar y entenderme, y que todos los pensamientos e ideas que reprimía dentro de mí con tal de no continuar sintiéndome como un fenómeno en mis círculos cercanos, los podía compartir contigo, porque tú sí entendías, tú si me escucharías.
Amarte fue permitirme ser vulnerable y abierta, fue aprender a amarme a mí. Fue desarrollar confianza y aumentar mi auto-estima–y aunque en el momento temía que lo hacía en busca de que siguieras conmigo siempre, me ayudó a mejorar como persona.
Fue querer hacer todo lo posible por verte sonreír. Fue querer otorgarte la luna, sin que me la pidieras. Fue sentir que merecías tanto, mucho más de lo que yo pudiera darte, y que aunque no lograra llegarle ni a los talones a la pareja que quería ser para ti, lograría por lo menos demostrarte que intentaría lo que fuera por serlo.
Del mismo modo… amarte fue aceptar recibir menos de lo que sentía que merecía, y justificarlo con el hecho de que, intentabas darme lo más que podías; pero de un modo distinto al mío, y por eso no lo veía. Fue mandarte 2 y 3 mensajes corridos y sentirme como una loca, por estar hablando sola, y mentirme a mi misma diciéndome que no me afectaba tu silencio. Que cada vez que te reprochaba el hecho de que no contestabas, o que me ignorabas la mayoría del día, me dijeras que estabas consciente de los mensajes. Decirme que estabas consciente de todos mis intentos de, ni siquiera hablarte, de asegurarme que estabas bien. Amarte fue no querer alejarme, aún cuando casi me rogabas que lo hiciera, porque a pesar de que tu distancia se sentía como si poco a poco me clavaban el pecho, no tenerte se sentiría peor.
Amarte fue aceptarte incondicionalmente, sin querer cambiar nada de ti; aún cuando hubo momentos en donde me hiciste pensar que no era reciproco. Era intentar probarte, o proveerte evidencia concreta, de que para mí, eras y siempre serías la única.
Hacerte darte cuenta de que nunca nadie me había hecho sentir del mismo modo que ella me hizo sentir la primera vez que nos agarramos la mano, o nuestro primer beso, o la vez que me besó en el baño de una barra (muy tipo película). Fue aceptar tu incertidumbre sobre estar conmigo cada vez que discutíamos, fue alejarme de cualquier persona que te pudiera causar inseguridades por no querer seguir lastimándote. Fue dar todo de mí, aún cuando sabía que no recibía lo mismo a cambio. Lo aceptada todo–lo bueno, lo malo y lo que quedaba entre-medio, porque te amaba. Porque en mi mente, el amor; o mejor dicho nuestra relación, después que lo «bueno» superara lo mano, (como dirían los niños de hoy día–tengo 23 años, una anciana) estábamos gucci.
Amarte fue… confuso y difícil, frustrante. Amarte fue complicado y desgarrante, fue como si se llevaran mitad de mi corazón prestado y al dejarme, te lo quedaste y ahora no sé cómo rellenarlo. Amarte fue ver poco a poco cómo cambiabas e inconscientemente me tomabas por sentado. Amarte fue ver cómo tu salud mental no te permitía dar más. Fue querer pensar que, sí me amabas, aunque no lo demostrabas de la misma forma que yo. Aunque nuestros «love languages» eran distintos, comoquiera podíamos encontrar una forma de comunicarnos con ellos.
Pero…también… amarte fue un suspiro. Amarte fue el respiro profundo que necesitaba para salir del fondo del oceáno. Amarte fue… paz, fue sentirme suficiente por primera vez en mi vida, fue descubrir cosas nuevas, aprender a manejar de forma distinta las cosas. Amarte fue el empuje a mejorar, por mí. Amarte fue refrescante, casi necesario. Fue aprender cosas nuevas, comer comidas distintas. Fue aprenderme canciones que me alzaban el alma porque me hacían pensar en ti (y que ahora no puedo escuchar sin llorar inconsolablemente). Fue crecer como persona, como estudiante, como novia, como amiga. Fue tener la confianza y la seguridad de salir del clóset en Facebook, fue poder compartir con los demás mi felicidad; porque por primera vez, conocí lo que era la felicidad genuina y plena. Y aunque solo nos duró dos años y medio… siempre la consideraré así. Siempre te recordaré así.
Amarte fue de las mejores cosas que hice y haré en mi vida; y espero que tengas presente que, aunque no estés en mi vida, lo estarás siempre en mi corazón.
Y supongo que tú, mi querido lector debes estar confundido. Sintiendo como si estás leyendo el diario de el extraño a quién se le quedó en Starbucks, como si eres Lizbeth Rodríguez (Infieles en YouTube, buenisimo busquenlo) y ya te dejé revisar mi celular sin recordar los mensajes, fotos y notas vergonsozas que tengo en él.
En una de mis primeras publicaciones (Capítulo 2: Straight, pero con sazón), les dije que otro día les hablaría sobre mi primer amor genuino. Y pues hoy, llegó el día. Y qué mejor manera de compartirla que tipo Tommy Torres en Querido Tommy (escribiéndole una carta a mi amor perdido fingiendo que sé que nunca lo leerá, pero deseando que lo hiciera). Mentiría si parte de mi no anhela que ella lo lea. Que a pesar de que hizo todo lo posible por alejarse (para que esto fuera más fácil, supongo), pueda ver cómo me siento y me sentí. Pueda saber que no tengo ningún tipo de enojo ni rencor, porque ambas cometimos errores y no creo que ninguna de las dos terminó la relación siendo las mismas que fuimos cuando la comenzamos. Para que pueda saber que aún pienso en ella, y la recuerdo con amor y nostalgia… y también con dolor en el alma y en el pecho, pero… pues. Uno sigue adelante y se lleva los recuerdos con uno, no?
Hay tanto que siento me queda por decir, por sentir. Pero como les dije… no hay palabras suficientes. Y miren que las han buscado; desde José Luis Perales diciendo que el amor es llorar cuando nos dice adiós, que es soñar oyendo una canción, a José José reclamándonos que todos sabemos querer pero pocos sabemos amor, porque amar y querer no es igual, amar es sufrir y querer es gozar. El que ama todo lo da, y el que quiere pretende olvidar y nunca llorar. (Y espero que sepas, que nunca podría olvidarte y que aún no dejó de llorar…) Desde Selena Gomez buscando un «loophole» para expresarse y meramente describir sus sentimientos diciéndote que te dedica todas las canciones de amor (I love you like a lovesong, baby) , o Hannah Montana diciéndote que «He could be the one», porque toca guitarra y tiene el pelo largo. Desde la carrera entera de Paulo Cohelo, o los amores trágicos de Shakespeare–nunca habrán palabras suficientes, siempre encontrarán nuevas formas de describir el amor y lo que nos hace sentir.
-
«Straight, but with Seasoning» (Parts 1&2)
The first woman that I ever liked (or rather, the first that I could admit to myself that I liked ), used me like a dirty old rag that you leave under the kitchen sink because it is all dirty, stinky and broken, but you keep it anyway because it’s the best stain remover. ( As El Chapulín Colorado would say , “se aprovechó de mi nobleza”—literally translates to they took advantage of my kindness.)
The first time someone ever asked me if I was a lesbian was in the tenth grade. For me, it was the biggest insult they could have given me. I wondered what made me look gay; if my obsession with the scene in Jennifer’s Body where Megan Fox and Amanda Seyfried makeout, or the fact that in every casual day I dressed like Justin Bieber Circa 2010 . I don’t know if what affected me more was that they thought I was gay, or if it had more to do with the one who thought it.
Let’s say she was the Serena Van der Woodsen from my school, the Alison DiLaurentis , Lú before she left Elite ; the one who was my best friend in fifth grade and I’d call on my Hannah Montana phone just to waste the last 45 minutes I had left, but then when we got to high school, she ended up being more popular than me and well… distance won. (In the cinematic world of Mean Girls , she would be Regina George and I would be Janis.)
Janis Ian, Mean Girls (2004) My initial reaction was shock; no one had ever suggested that I was a lesbian (at least not to my face ); proceeded by the Stages of Grief.
» No, they probably misheard her, she was talking about someone else.» ( denial )
“What a bitch”, how dare she? We don’t even know each other anymore.» ( anger )
«Maybe he saw me with one of my boy hoodies on, I should tell her it’s my brother’s or something.» ( Bargaining )
Unfortunately, I only managed to reach that stage on that occasion. I ended up ignoring the fact and swore to prove that I was the most heterosexual person in the world; as if I didn’t find boys disgusting and “wee-wees” didn’t absolutely terrify me. (I have a very complicated relationship with sex, I don’t feel comfortable referring to certain things by name—but that’s a topic for another day) Several months later; I inadvertently hit her on the head with a shoe, convinced myself that she hated me, and didn’t speak to her until college.
(For context: One of my friends had thrown a Karate Kid type kick in our classroom and broke the window. While that was happening; I left the room, dying of laughter, and tried to imitate my friend; without considering that we were idiots who used our shoes as if they were Scrooge’s slippers, and that by imitating her kick, my shoe would also end up flying and breaking something more important than the window—my dignity. Oh, and “Sara’s” head. (Her real name is Carla, but to try to leave some mystery between us.)
Some time later, for our «psychology» class, they made us choose roles randomly, and we had to present a mini play where we developed our characters. My role, because as you know, the Universe likes to use me as a stress ball, was “someone who is gay and doesn’t know how to tell their parents”. The role of my «father» was given to the one guy swore was the love of my life since like the fifth grade ( until one day I came clean and he literally said I would never be with you ), which only made it worse. When we left the class, I went to one of my friends and told her «I’m a lesbian who doesn’t know how to come out» , and she proceeded to get emotional, hug me and say «I knew it!».
(For the record, it was the same friend who would eventually be the first to find out, officially, that I didn’t like “wee-wees” that much .)
Again, I felt as if I had just been told that my mouth smelled like rotten garlic, or that it looked like I hadn’t showered in a week (for me, the worst insult I can get is about my hygiene. We can psychoanalyze that later). This time there was no justification; this one knew me. This was coming from the friend whose family knew my favorite dishes, from the one that had seen me cry because my outfit did not close (yes, it really happened); this one had seen me in a hoodie and a skirt; in crop -top and in sweat pants . Someone with a deep insight of me… thought I was GAY ?
My mission, then, became trying to be the “bad girl” movie cliché. The mysterious, misunderstood hottie that has commitment issues; but if you get to know her, deeply, you fall in love. The one who is never serious with anyone, but has a bunch of suitors all over the place. (I feel like I’m describing the poetic version of a Wisin & Yandel song , but that’s the vibe I wanted to give—I guess the American equivalent of the vibe I wanted to give would be the poetic version of a Weeknd or Drake song.)
Anyway, I wanted to be Megan Fox in Jennifer’s Body , but without eating boys (literally).
For reasons beyond my control (probably more related to my physical appearance in high school, further compounded by my low self-esteem), I couldn’t accomplish it my sophomore year. I had to wait until my senior year to have my Brooke Davis era. (S1-S3) in One TreeHill . ( I don’t watch movies, but I watch too many tv shows. )
In part it may have been that in my senior year I was at another high school, and not the same one I’d been in since third grade (at the time, switching schools felt like the end of the world , but now, I can’t imagine a different outcome ). No one remembered me as the weirdo who licked dirt in third grade for a dare, or as the one who was taking antibiotics the first time she drank at a party and ended up throwing up on someone’s trampoline. (Gabriela’s, but again, mystery preservation.)
A new school offered me the gateway to be mysterious, genuinely mysterious because no one knew anything about me. My chance to prove that no kid in my class ever confessed their feelings to me because my personality was too much, and not because I wasn’t attractive. They didn’t know me here, they hadn’t seen my flaws, nor my uncontrollable outbursts of needing attention.
And indeed, I confirmed it.
I would tell you about the first boy that I came to like after my «father» in psychology, and how on Friday February 12 he asked me for a kiss and swore he didn’t have a girlfriend ( or anything like that) , and on Monday the 15th (when we celebrated Valentine’s Day at school) he sent his girlfriend a serenade (one of those that the choir and the student council did to raise funds ) where he dedicated Camila’s “Solo para ti” (a song whose literal premise is that he knows he found the love of his life because he doesn’t have eyes for anyone else, but her. LOL.) to the girl he was dating; or that two years later I saw him again at a party, ( and I, who was not in a good place emotionally ), tried to revive the flame, and he was too busy hitting on my best friend but that would be too direct.
I could tell you, then, about when I went to Punta Cana on my Senior Trip and discovered that they indeed found me attractive in other countries, like Chile, Mexico, Ecuador, El Salvador… but my mom reads this, so we better save it for another day . For now, I will tell you about something a little more serious, something that was very difficult for me to write, process, overcome and something that I am still improving on.
I am not going to go into too much depth (not because it is not something important, but because it is another subject of which I can write five double-sided pages on, and I would prefer to leave it for another writing ) nor am I going to dissert a doctoral thesis on femininity and the internal value of women, but I will say that there was a time in my life where I let my internal validity depend on others.
(Now we’re transported back to a Netflix series-type segway, and this is where I give you a flashback that you don’t understand at the moment, but then connects to the rest, I promise.)
[ Trigger Warning (TW): Sexual Harassment ] .
I’m not sure where my insecurity was born, nor what caused the huge hole in my ego that led me to think like this , but I never felt pretty enough to be harassed.
You didn’t misread; I never felt pretty enough to be harassed . I know that’s not something I should think about, let alone share it with the internet; and I don’t want anything to damage this blogger -reader relationship that we’ve developed so far (because I want you to keep reading and I like to think that everyone likes me ), but I feel it’s necessary to do so for the context of the story, and for you, my dear reader. So that you never think or feel the same as I felt.
I’m not telling you that I’m one of the 3% of women who have never been harassed ( yes. Three. 97% of women between the ages of 18-24 have been harassed at some point in their lives–a topic we’ll go in-depth in later) , nor am I suggesting that when I went out into the street I actively looked for 65-year-old dirty old men to roll down their windows and whistle at me; but when you’re 15 and your friends are more… developed than you, it’s easy to confuse what you want.
I’m telling you that to my virgin teen perspective, who didn’t even have her first kiss until she was 17; the fact that my friends were harassed meant (to me) that they were in their prime. I thought that when men grabbed our assess while trying to leave crowded concerts, it was a compliment. Or when a group of men surrounded me and started saying “KISS! KISS! «In the middle of a bar ( although I didn’t know any of the ones surrounding me, much less the one they wanted me to kiss) , it meant that I was so hot that men had to use their friends as an excuse to make the first move ” .
I know what you’re are thinking, I think it too when I look back. I was a an idiot (in Spanish I say pendeja, but I don’t like to curse) and if I could go back in time, I would go to my younger self, slap her, give her a hug, and tell her to GET IT TOGETHER, bestie.» I would reiterate how awful it feels to be harassed, how awful it can be… being a woman, and how awful it will be when she realizes all the times she’s been harassed, and because of her insecurities, she let it go as if it was normal. . (Although, of course, it was never my fault, which was something I had to learn later. It’s never your fault if you get harassed.) I would tell her that her value comes from her, and that she will realize how much she is worth a little later in life (and that she’ll have to spend a lot of money on psychologists and therapists, but at least she will know what she is worth ).
(Anyway, we’ll go into more of this later. For now, I’m coming back from the flashback to explain why I told you all this.)
So let’s jump to when I went to college. In United States. With Gringos. ( Not that I have anything against the US, (although…) but if you have seen a single American teen movie or series like Blue Mountain State , Greek , Euphoria … I can tell you that they do seem to be based on real events.) My fantasy of starting from scratch, of fully vindicating myself ,became an option and now the » bad-girl « phase would become something more real, more viable.
(Blue Mountain State) Indeed, being a Latina in a town where the most they had seen of «Hispanic culture» was the Taco Bell at the end of the street, was good for my self-esteem. I completely ignored how empty I felt after a night talking to a Brad , or how uncomfortable I felt the time I kissed a Conrad (Brad doesn’t exist, but that one does), I didn’t care that I didn’t feel full nor empty; I was “flowing” (or at least I thought i was).
Until one day, while I was studying for a math test at my university’s Starbucks (that is, a coffee shop in the middle of nowhere they bought a bunch of cups with the Starbucks logo), I met her. (Yes, the one I told you about at the beginning, the one who treated me like a dirty cloth, that one) .
She stood in front of my table and, although she was only keeping eye contact with me, she was talking to my two classmates with whom I was studying with. The first thing she asked me, when he finally turned to me, was, “are you bisexual?» (Which left me…)
I think that when I tell this story, nobody understands the importance that I am trying to give to the fact that she asked me if I was bisexual. If we rewind to the beginning, we remember that I said that “the first time someone thought I was a lesbian, I felt offended”. Looking back now, it was probably because of my internalized homophobia (the frustration one develops when realizing that what makes you feel good isn’t «normal») that I developed as a defense mechanism.
( For context: In psychology, there is a defense mechanism of which we see examples daily, known as reaction formation. Wikipedia says that it is “any behavior, attitude or habit that goes in the opposite direction of a desire repressed.» I, who try to explain it to you in my own way, tell you that it is the stereotype that we see everywhere of the abuser, homophobic alpha-male that we later find out has actually been gay all his life and the anger he feels comes from feeling misunderstood.(I mean, Adam from Sex Education , Nate from Euphoria , Karofsky from Glee…) In my case, my negative projection was putting Logan Lerman as my phone’s background and every time I commented on the appearance of any woman, I accompanied it with a #NoHomo.)
(Physical Representation of me saying NoHomo) I was puzzled when she asked me. No one had ever asked me if I was bisexual. To my repressed identity; that was scared and in a fetal position, hiding in an empty and dark closet, already running out of water and rationing food; it felt more valid. Bisexual would imply that I like men meaning I’m “normal”), but from time to time I could admit that I would let Megan Fox stick gum in my face (I don’t know). It implied that I am straight but with seasoning. My search for validation and feeling conventionally attractive could be expanded. Why let only the Brads and Chads give me validation, when Sarah and Jessica could make me feel the same way? Obviously, all this analysis happened internally and in half a second; so I didn’t reply to her right away.
I proceeded to ignore the question and continued studying for College Algebra. Once my friends left, she came back to my table, sat next to me and asked me if I didn’t answer her because I didn’t want to or if it was because I didn’t know. I replied both.
What followed that day was a lot of FBI-type investigations to see if I could discover her full name, and see her on her friend’s stories (well, the ones we had in common ), to see where she was. ( You know, not to stalk her, but so I could accidentally run into her .) It was followed by developing a very strange sexual tension; like if Tom & Jerry decide they’re gay, but they can’t be together because Jerry keeps making Tom want to smash his head with a mallet.
What followed was that, admitting that I had feelings for her led me to confess to my friends that, indeed, they were right but not 100%). What followed was that the repressed identity that was hiding and rationing food, managed to get out and try to interact with the world after spending 18 years being pushed into the closet every time it tried to come out.
What also followed was her looking for me and looking for excuses to talk to me—which were usually related to her drinking too much and deciding to text me. What followed was her talking to me everyday while I was home for Christmas, but once we got to college, I found out she had a girlfriend.
What followed was them breaking up, and her coming looking for me like a Rom – Com from the 2000’s, entering my dorm’s lobby to give me a kiss and leave, without saying anything ( yes, it really happened) . What followed was me confessing that I liked her (because the first time I didn’t and she claimed that that was why she found another girlfriend) and her leaving me in Read . What followed was her finding another girlfriend, but this one, she was unfaithful to with me ( which is not something I’m proud of, but I didn’t judge Cassie in Euphoria because I was Cassie in Euphoria (S2 Cassie—S1 we love her) ) .
Once they broke , I thought then we had a chance . I was wrong.
Later I found out on Twitter that, again, she was starting to talk to some other girl. Eventually, she got kicked out of college, but we kept talking.
I won’t go into too much detail about our » relationship » , I’ll just tell you that it was a year of feeling like trash 95% of the time, for thinking that the remaining 5%, that was positive (when I wanted it to be) , was worth it. A year of her having two and three girlfriends, all while still talking to me and treating me like her partner. A year of her being able to tell me that she loved me, and calls where she fell asleep because my voice gave her peace , and yet; she never wanted to be with me
[TW: Su*cid*]
When I finally had enough willpower to tell myself that I deserved better, and be done with her; she sent some worrying messages…, hinting that she would hurt himself I proceeded calling the su* cide hotline (where they put me on HOLD for like 20 minutes) and seeing what I could do about it.
(Apparently, the hotline is for people battling mental illness and in need of someone to talk to for a while—anything more serious than that, they’ll refer you to 9-1-1 .)
(If you ever need emotional support of this kind, you can call 1-800-273-8255 . My emails and social networks are always available too. Don’t sink in a glass of water, call someone to help you up to realize that the water is actually rather shallow.)
She stopped answering my messages and calls went straight to her voicemail . I texted her once more; letting her know that if I didn’t hear from her, I would have to call the police as a preventative method. She replied to please not. That she was fine.
I didn’t hear from her again until almost a year and a half later, when she wrote to me again and I only replied because I thought she would give me closure .
She wasn’t interested in that. She told me that she had changed and improved , that her life had no meaning without me and that now she would know how to value me because I was one of the best, if not the best, things that happened to her. ( I’m not saying this to boost my ego—she genuinely said all that. )
I replied that what I was looking for was “ closure ” and I stressed that I was not ignoring her, but that I did not know what to say…. I unconsciously lied.
I never answered her. I got a text from her on Valentine ‘s Day and proceeded to block her again.
A year later, I met the love of my life. (Who is no longer in my life, but well … she was the love of one of my lives.) I met someone who taught me to value myself and be independent, even when I was in a relationship. Someone who for the first time said to me “you psychoanalyze everyone, but who psychoanalyzes you? ” (I felt as if everyone always asked me where’s perry?”,and finally someone asked “how’s perry?”)
And although after three years we realized that we work better alone, I don’t regret anything. (We will not elaborate much on this, since it is recent and it was one of the things that pushed me to start writing publicly—the best masterpieces are born from sadness, right ? )
(Another day I will tell you how amazing she was and how that was indeed my first genuine love. Another day I will tell you how much her presence brought me peace, and how she helped me grow as a person, but for now… )
(Part 3 will be out soon!)
-
No lean esto.
Sé que no le harán caso al título, pero se vale un intento de convencer a mi subconsciente de hablar sobre esto sin querer desaparecer por 7-10 días, laborables o sin querer tirar mi celular al océano y seguir sus pasos después.
¿No les pasa que… sienten algo, que no quieren sentir, pero que siempre está presente; así que lo tratan de enterrar y enterrar en lo más profundo de su ser para ver si ahí, en el fondo del abismo de tu cerebro, se pierde o se desvanece—pero termina no siendo así, termina siendo como un volcán, donde la presión continúa aumentando interna y silenciosamente, hasta que explota?
(…¿No? ¿Solo a mí?… Oka.)
Eso, es lo que está ocurriendo dentro de mí actualmente y, aunque usualmente continuaría siguiendo enterrándolo sin importar cuán horrible sea la explosión, no creo que estoy ni en una etapa de mi vida donde esté … emocionalmente estable y no creo que quiera ni pueda manejar las repercusiones que le seguirían a la gran explosión de Mount Paradojitis. Por suerte, para eso están ustedes. Para eso, creé esto.
Déjenme explicarles entonces—sino por darles una imagen más clara del por qué decidí compartir mis secretos más profundos con el mundo, por justificarme a mí el hecho de que, efectivametente… estoy compartiendo mis secretos más profundos con el mundo—por qué siento que es necesario que comparta estos sentimientos con ustedes, de una manera que ambos podamos comprender.
En el episodio Greasy Buffoons (S7E12) de Spongebob, Mr. Krabs se da cuenta de que su «grease trap» se está desbordando, y siendo lo maceta (tacaño/duro/»cheap») que es, decide no disponer de la misma de forma apropiada, sino que va detrás del Chum Bucket (el restaurante que es su competencia, el de Plankton—si les tengo que explicar cosas básicas de Spongebob, no entiendo que hacen aquí, pero lo hago comoquiera porque pues. Los quiero.) y vacía toda la grasa acumulada en la parte de atrás. La mañana siguiente, cuando Plankton se levanta a sacar la basura, se resbala en la grasa y se percata de que esta sustancia pegajosa y apestosa, sabe deliciosa. Y en otro intento desesperado de sobresalir culinariamente, usa este «regalo» que le llegó para atraer clientes.
En fin, termina siendo exitoso y resulta en una guerra de quién le puede alimentar más grasas tóxicas a sus clientes. A lo que voy—Mr. Krabs en realidad buscaba disponer de su grasa (metafórica para efectos nuestros pero literal para el episodio) por beneficio propio. En una búsqueda egoísta de facilitar su vida, sin tomar en consideración cómo afectaría a los demás, inconscientemente beneficia a su rival.
Aunque ustedes no sean mis rivales y mi grasa metafórica sean sentimientos (que me persiguen como si estuviera nadando con tiburones y de la nada caigo en regla), intento decirles que, aunque este instante de compartir mis emociones sea parcialmente egoísta, y un intento de mi parte para desenterrar la presión acumulada y evitar la explosión del volcán, puede que se beneficien de la misma. (Supongo que un ejemplo más fácil hubiera sido decirles que les cuento esto para establecer un tipo de relación simbiótica mutualista, donde ambos nos beneficiamos mutuamente, pero había decidido no pasar el trabajo de buscar cómo se llamaba el término científico (mutualism) (y comoquiera terminé buscando eso + el nombre del episodio de Spongebob…). Además, se escucha demasiado simple y busco alargar esto para que se aburran y dejen de leer. (risa malévola)
Supongo que ya, al establecer esto, puedo hablarles entonces sobre esta… experiencia, llamémosle, que me atormentó (y mentiría si digo que no continúa atormentándome) por mucho tiempo, y pienso que gran parte de eso fue el peso que conllevaba sentir que era la única que había llegado a sentirse así; al ir creciendo y viviendo distintas experiencias (bueno, en realidad… viendo muchos Tiktoks acerca del tema), aprendí que era una experiencia algo común (por lo menos en la comunidad LGBT+, o sea, en el lado gay de Tiktok…) y una que… siempre he querido compartir.
Una que siempre he sabido formaría una parte casi fundamental del libro de mi vida. Una que, de hecho, en parte es en lo que se basa la serie ficticia (basada en mi vida—o en la adaptación de mi «memoir») que me imagino mientras me baño y la que me hace sentirme como su parásito mutualista (en compartir esto con ustedes, espero poder ofrecerles algún tipo de guía o consejos, un tipo de comfort en que sepan que (1) no están solos en estos sentimientos (2) suele pasar más de lo que quisieramos y en realidad está fuera de tu control y (3) en que, eventualmente… estarán bien. (Yo todavía no pero, ustedes sí.)
No sé ni cómo decirlo, así que seguiré dándole vueltas metafóricas a mi punto. (Bare with me. Nunca he compartido algo… así con el mundo, pero es necesario para mi experiencia escritoresca.)
En el 2014, siguiendo el éxito de Awkward, MTV sacó una serie llamada Faking It. La serie, se basa en dos mejores amigas (Karma & Amy) que van a una escuela distinta, dónde ser diferente es lo «cool». Luego de que en una fiesta piensan que son pareja, las nominan para Prom Queens, (Karma) lo ve como una oportunidad de ser popular (y de entonces, tirarse al muchacho más popular de la escuela por el lado—Gregg Sulkin, el que hizo de Werewolf Mason en Wizards of Waverly Place, no sé en que otras cosas sale). Amy, dudosa, acepta fingir ser novias por complacer a Karma, pero en el desenlace de todo, descubre que sus sentimientos por su mejor amiga no son falsos y que la única fingiendo sus sentimientos era Karma. No les contaré la serie entera (aunque solo hayan sido tres temporadas), pero estoy tratando de decirles que… yo me identificaba mucho con Amy. (Espero que entiendan lo que intento decir porque no creo que pueda escribirlo concretamente, pero aunque nunca tuve una relación falsa (porque mi vida solo parece ser una película o de horror o de drama, no hay un in-between) con nadie… me identificaba con Amy.)
Todos se dieron cuenta antes que yo, lo que lo hizo más confuso aún. Aunque en el momento no sabía lo susceptible que es el cerebro a recursos externos, sean reales o no, siempre permaneció la duda de que la idea de que esos… sentimientos existieran (sí, lo dije bien. «la duda de que la idea«), en realidad había nacido de los demás y mi cerebro—para justificar el peso que cargaba en el pecho, para concretizarlo a ver si entonces se desvanecía o podía lograr soltarlo—lo aceptó. Al aceptarlo, se siente real aunque no lo sea, necesariamente.
Busqué toda manera de justificar mis sentimientos. «Nunca he tenido una amistad así, estoy confundiendo mi afecto.» (Siento que esta metáfora solo tiene sentido para… ti.) «Efectivamente, no es Juan, es Pedro.» Y la batalla constante que le siguió decidir por quién latían mis mariposas internas. (No eran por Pedro.)
Pensé que estaba proyectando mis deseos peliculistas, y que los sentimientos nacían de la añoranza de tener una relación aún más profunda con alguien más y pensar que sería imposible que cualquier otra persona pueda entenderte, conocerte, o hacerte sentir del mismo modo que… ella. Pensar que la paz y la comodidad que sentía (que en realidad siempre fue ficticia porque no recuerdo una sola vez dónde las mariposas en mi estómago y en áreas… inferiores no se hayan ido en un viaje de Monster Energy y hayan tratado de explotar fuera de mi—literalmente, vomitaba mucho. Y si algo he aprendido en el camino hacía mi pre-pre-quarter life crisis es que mi estrés y mi ansiedad se proyectan en mi estómago) al estar juntas nunca se compararía con estar con ninguna otra persona, o que nadie más sería capaz de saber tanto de mí y seguir aceptándome.
Mis sentimientos me traicionaron y buscaban hacer todo lo posible por torturarme de la peor forma. Romantizaban esta idea de que, iba a mágicamente lograr un Reik y lograr ser no solo su mejor amigo y el pañuelo de lagrimas, de amores perdidos; sino lograr ser ese por quién te desvelas y te desesperas, como si logras ser su llanto (ya saben, ese que viene de tus sentimientos). Mis sentimientos ponían a esta persona en un altar, como si genuinamente fuera la última Coca-Cola del mundo (sufro de adicción severa al refresco, si solo quedara una en el mundo creo que la glorificaría y me tomaría una gota diaria), y me hacían pensar que, nadie nunca iba a conocerla tanto como yo, por tanto— nadie, nunca, la iba a valorar y aceptar del mismo modo que yo, sería imposible.
Mis sentimientos… mi mente, mi corazón… todo, se irrumpía diariamente al pensar que si de verdad la amaba, la debería dejar ser feliz. Si de verdad la amaba, aceptaba que no era mutuo, que solo era una amistad profunda, distinta a cualquiera que había conocido y solo al aceptar eso podría seguir adelante con la amistad de una manera saludable y no casi posesiva—celando y sobre analizando cada vez que salía con parejas y no conmigo —o que me dejaba sola por estar con su pareja; aceptaba que solo sería una amistad y aunque existiera la posibilidad de que no lo fuera, aún así no la tomaría porque, ¿quién pondría en riesgo una amistad tan… genuina?
¿A quién se le ocurriría perjudicar una amistad que casi concordaba con mi fantasía de amistades tipo serie (donde yo soy la amiga rebelde que básicamente vive en casa de la protagonista (Lily de Hannah Montana, Sam de iCarly, Harper de WOWP, Chelsea de That’s So Raven, etc.) y mi contraparte es la mejor amiga que me comprende y me tranquiliza y que, no importa que, al final del día (o bueno, de los 21 minutos del episodio), estaremos bien)? ¿Quién pondría en riesgo el equivalente de la Cece de su Jess, el Timón de su Pumba, el Shrek de su burro?
Spoiler Alert:
(Spongebob Squarepants S2E14) Bueno, aunque técnicamente, no fui yo. (Éramos un trío (los grupitos de tres nunca funcionan, si tienen uno, corran antes de que sea muy tarde. O añadan un cuarto) y la otra se percató de que me dolía demasiado cuando hablábamos de parejas, o bueno… cuando ella hablaba de parejas. Cuando no me quedó de otra que confesárselo, cometí el error de dejar la evidencia en mi teléfono y pues… eventualmente todo se sabe, no? )
Siendo completamente honesta, yo hubiera preferido continuar sufriendo en silencio. Escondiendo y enterrando mis sentimientos y fingiendo que a mi corazón no se le salían pedacitos todos los días, era más fácil que enfrentar la realidad. Era más fácil que tener que manejar las repercusiones que le seguirían a la verdad.
Era más fácil continuar sufriendo en silencio porque siempre sería un amor no correspondido, que tener que cargar con el peso de saber, o supongo.. de pensar que nunca podría ser la amiga «cheerleader«. Nunca podría, genuinamente, emocionarme por los desenlaces románticos de ella, ni darle consejos positivos sobre el próximo que viniera a menospreciarla—pensaba yo, verdad.
Era más fácil permanecer guindando sobre el risco del no saber, sosteniéndome solo de una pequeña rama de fe que estaba apunto de romperse—mi forma poética de decir, pensar que era un amor que nunca sería correspondido era mejor que confirmarlo.
La palabra clave, aquí, siendo confirmar. Ella saber me quitaba mi ramita de fe y establecía si, (1) efectivamente no estaba loca y el sentimiento era mutuo y lo que le seguiría eran muchas conversaciones de cómo hacer que algo… así funcione, o (2) si todo este tiempo la fe que me sostenía fue creada por mi propio ego en un esfuerzo de no derrumbar por completo la torre de Jenga de mis sueños.
El ella saber le abría la puerta a muchas conversaciones incómodas—fuera la que fuera su respuesta, una vez llegó a saber, era casi inevitable que… nada sería igual después.
-
Una carta a ustedes, supongo. <3.
Esta debe ser la undécima o duodécima vez que me siento a mirar un papel virtual, buscando vaciar el cubo de pensamientos que invade mi cerebro en el momento, buscando cómo sanar los tijerazos que el universo continua dándole a las cuerdas sosteniéndome en el planeta, orando que una solución para dejar de despertarme ansiosa todas las mañanas en la madrugada se aparezca mágicamente, como si le dejara a Dios o al fantasma del gato de mi vecino un canvas vacío, una ouija moderna que les permite iluminarme el camino hacia la sanidad. Y aún así, al intentar obligarle a mi mente y a mis manos a sentirse escritorescas (con tal de no sentir ganas de pegarme un ti—*cough* de no sentirme como una… homicida personal), no encuentro ningún deseo ni intención de escribirles sobre mí.
Últimamente, el peso de la vida se siente más real, más profundo. No sé si sea la adultez, la depresión, que la luna está en Mercurio, o si es que simplemente estamos en tiempos difíciles todos; pero el universo esta como extra welebi—. Ya no siento que voy bungee jumping para restrallarme; se siente como si voy nadando en un océano—inmenso y profundo; de los que te hace querer tener luz en exceso con tal de siempre ver tus pies y lo que vive debajo de nosotros—y que cada vez que intento subir a la superficie, cada vez que intento salir a exhalar aire fresco y no el del tanque enganchado a mi espalda, algo me agarra por los pies y me hala hasta el fondo… una y otra y otra y otra vez.Mi miedo… es que siga ocurriendo hasta que el tanque de oxígeno se agote y eventualmente no tenga… las fuerzas, de seguir intentando subir. Que el peso sea tanto que simplemente me deje caer, me deje llevar por la corriente a explorar el 80% de los océanos que nos faltan por recurrir. Y aunque sí, para mi escribir es terapéutico, al sentarme aquí no encuentro el interés ni el deseo de hablarles de mí, ni de compartir la bolsa de pensamientos que me hala hacia el fondo, no busco soltarles el peso inmenso que me sigue halando los pies; prefiero hablarles de otras cosas, de escribir sin propósito ni sentido, como la vida, y ver que sale.
Me disculparía por el hecho de que nada de lo que le siga a esto tenga mucho sentido, pero en este punto de nuestra relación, ya deben estar conscientes de que yo rara la vez tengo sentido. (BTW, me disculpo por desaparecer por un mes. Les juro que intentaba escribir y escribir y… nada. No se si era la presión que me puse a mi misma, de querer solo seguir aumentando sus expectativas (sí, las de ustedes, mis lectores. Esto es… para ustedes, en realidad. Por mí, pero para ti) y no decepcionarlos o aburrirlos; o si es que el diablito de la ansiedad está bloqueando mis habilidades escritorescas con tal de aislarme del resto del mundo.)
No he completamente psicoanalizado mi necesidad de proveer evidencia para las cosas (en forma de memorias específicas que le hacen creer a la gente que tengo buena memoria), aun cuando no me lo piden ni les he dado razón para no creerme, PERO; durante el tiempo que estuve MIA, intente ser Buzzfeed y hacerles una lista de 10 peliculas y series poco comunes, de las que, si he visto, que les recomiendo. Y les describía la película y le daba un rating, y los asociaba a otras series/películas, pero pues… (1) No me sentí lo suficientemente cómica como para poder ser Buzzfeed exitosamente (2) No he visto suficientes películas como para recomendarles otras similares. Intente después hablarles de mis teorías de Spongebob; de como el creador, como biólogo marino, basóla serie como si fuera tipo The Office, pero un nature documentary (que creo ya les habia llegado a mencionar), pero iba a profundizar en ella y ofrecerle evidencia concreta de la misma, pero pues
El único pensamiento que me consumía era, a quien, a parte de a ti, le va a interesar un análisis profundo de Spongebob, y pues… nunca logro terminarlo. Intente entonces hablarles de mi relación con la religión, y de una intentar integrarles la disonancia cognitiva (que es una manera fancy y psicológica de decir que nuestro cerebro justifica nuestras acciones a nuestro favor, siempre, por mas que intentemos de que no o queramos pensar que no). Comencé a contarles sobre mi experiencia en un retiro religioso (top secret—confidencial, que no les puedo contar nada porque sino los tendría que matar jajajajajaja…. Enserio.) de tres días, donde el segundo día por la noche preguntaron quien todavía no había sentido la presencia de Dios y las únicas dos que se levantaron fuimos yo y otra muchacha, y de cómo eventualmente me di cuenta de que una línea en la película Easy A tuvo más efecto en mi relación con Dios que ese retiro—y que no dejarme llevar por los métodos convencionales arcaicos de la religión me otorga la libertad de desarrollar mi propia relación con Dios; una donde no lo veo como alguien que castiga a su prójimo, ni que odia a los gays o que me va a mandar al infierno por la vez que le contesté a mi mamá después de que me dijo que no le contestara; lo veo más como… no sé, un Amigo. Alguien que vela sobre mí y me escucha de vez en cuando y si llegara a necesitar una manera urgente de exhalar… ahí estaría.
Lo más concreto que llegué a escribir, que me emocionó porque pensé que nuevamente había encontrado inspiración y musa (después de acabar la serie Dickinson en AppleTV+, véanla. La protagonista esta buenísima—digo, la serie. La serie esta buenísima. (Hailee Steinfeld if you ever read this, im free on Thursday night and would like to hang out. Please respond to this and then hang out with me on Thursday night when I’m free, on Thursday night. When Im free), fue que encontré un libro sobre las historias (The Science of Storytelling, de Will Storr) y el escritor logra concretizar y validar la importancia de las mismas usando bases científicas, psicológicas e históricas. Le dio validez a mi lado escritoresco y, al mismo tiempo, sufri el trauma de ver el ultimo episodio de la serie Killing Eve (si, Así de malo estuvo y no soy la única que lo piensa. Adjunto la evidencia.) y me ayudo a darle validez al hecho de que (todavía, una semana después) no puedo ver escenas del episodio sin llorar. (Y no digo esto lightly, yo no lloro. No les estoy diciendo que me da sentimiento, o que se me aguan los ojos—no, lloro. Lloro como si estoy viendo la escena de Dos Oruguitas en Encanto por primera vez, o si nuevamente estoy sentada en una sala de cine en el 2008 viendo como Owen Wilson se despide del mejor actor canino que he presenciado, en Marley & Me. Lloro como si el final que le dan a los personajes es el mismo que me tocara a mí.)
Source: @holyorchard (twitter) Logre irme en un viaje profundo sobre como mi tendencia de evitar ver películas nace de esta tendencia extraña que tengo de sobre relacionarme con los personajes, al punto que desarrollo esta añoranza, casi una necesidad de que terminen bien. O si no bien, con un final que me gustaría para mí. De como ciertas películas, de las que tratan de terminar con un final distinto al que uno usualmente esperaría, requieren tres a cinco días laborables para procesarlas emocionalmente, porque es como si vi mi vida entera (o por lo menos, los próximos 10 años de ella) en una película de hora y media, y necesito tiempo para procesarlo. Les hablo de como pienso que los medios de entretenimiento deberían ser un escape de la realidad, de otorgarnos a nosotros—los mortales propensos a los tijerazos (negativos…porque pues… tijerazos de otros lados son bienvenidos. Hailee, I’m free on Thursday if you want to hang out on Thursday.) del universo—la oportunidad de exhalar y despejar la mente. De hecho, escribi que;
Podamos, por ya sean treinta minutos o dos horas y media, olvidarnos de nuestros problemas y podamos enfocarnos en los de personajes ficticios. Que podamos no pensar en lo que tenemos que terminar para el trabajo, o en si deje o no la estufa prendida, que no tenga que pensar en cómo voy a pagar por la vez que choqué el carro de—*cough*; ya saben, problemas que nos consumen a todos; y podamos pensar en cómo Robert Pattinson va a lograr estar con Catwoman (no la he visto, pero quiero), o en lo cómico que fue que Bella genuinamente sintió que el “It” boy misterioso de la escuela pensaba que ella apestaba y ella comoquiera se enamora perdidamente de él.
“Y no es que quiera que todo siempre sea un escape feliz, y que en todas las películas veamos la misma estructura de conflicto donde, no importa lo que pase, al final del día, el mundo va a ser color de rosa y felicidad—y llueven flores. No. Estoy clara que a veces, el escape que uno necesita es ir a una sociedad distópica en donde, una vez al año podemos hacer lo que nos da la gana por 24 horas; o a veces necesitamos pensar en cómo sería la vida si nos tuvieran que dividir por distritos y mandarnos a pelear por comida (no sé, tampoco la vi… na, embuste, esas sí. Genuinamente no recuerdo por qué es que se van a los juegos).
Sé también que a veces no necesitamos un escape, sino una perspectiva distinta. Y que las películas que tienden a reflejar la sociedad real, o a narrar historias con finales… no felices, a veces nos ayuda a ver nuestras situaciones de otra manera y tal vez, nos ayuda a salir adelante (o sea, que se relacionen a los personajes, de modo saludable (a diferencia de mi), y logren proyectar sus problemas en ellos para así tomar ideas de cómo superarlo).
Sin embargo, también estoy consciente de que muchas de las series que más me han gustado, han sido victimas de malos desarrollos en sus historias, de escritores que parecen no saber como concluir sus historias (dice la que nunca sabe cómo concluir ni una salida con mis amigos), o de que terminan perjudicando el desarrollo de sus personajes y narraciones, por “shock value” o por intentar integrar elementos que estén “trending” al momento—que aunque no le sirva de nada al desarrollo, tener ciertos elementos aumenta vistas, así que, por qué no?”
Luego, citaba al tipo que escribió el libro que les dije, porque el dice que,
“We beetle away happily… with the fact of the void hovering over us. To look directly into it, and respond with an entirely rational descent into despair, is to be diagnosed with a mental-health condition… The cure for the horror is story. Our brains distract us from this terrible truth by filling our lives with hopeful goals and encouraging us to strive for them. What we want, and the ups and downs of our struggle to get it, is the story of us all. It gives our existence the illusion of meaning and turns our gaze from the dread… There’s simply no way to understand the human world without stories. Stories are everywhere. Stories are us. It’s story that makes us human. Recent research suggests language evolved principally to swap ‘social information’ back when we were living in Stone Age tribes… Stories about people being heroic or villainous, and the emotions of joy and outrage they triggered, were crucial to human survival. We’re wired to enjoy them.”
Will Storr, «The Science of Storytelling»En otras palabras, que cualquier persona que llego a decirme que ser escritor o que contar historias no era esencial, (me puede mamar el b—*cough*)… estaba erróneo.
Sin embargo, nunca logro terminar mis ideas. No logro concretizar el mensaje que quiero transmitir. No logro sentir que mis habilidades escritorescas son lo suficientemente poderosas como para lograr entretenerlos al hablarles de cosas que no son de interés general, de las cosas que la sociedad (mía, por lo menos) me ha condicionado a pensar solo me interesan a mi así que tengo que buscar maneras creativas de explicarlo. Es como el anuncio de Chef Boyardee donde el chef les guiñaba a los papás porque ahora contiene 2% de vegetales. Por tanto, tu hijo es feliz (ustedes están entretenidos leyendo mis rants incesantes de todo y nada donde intento compartir los 70 pensamientos que están entrando en mi cerebro a la misma vez) y tú como padre te sientes más tranquilo dándole su dosis diaria de Chef Boyardee a tu hijo sin sentirte culpable porque por lo menos está consumiendo 0.01% de brócoli sintético (o sea—duermo con la tranquilidad de pensar que efectivamente leyeron algo que posiblemente no les apasiona a ustedes, pero a mi si, y logre transmitir esa pasión de tal forma que no se aburrieron o decidieron darme “unfollow”). Y aun así, no creo que le llegue ni a los tobillos al Chef Boyardee metafórico de mi mente.
No se. Mi inspiración viene y va últimamente, se me hace difícil silenciar al diablito metafórico que se me sienta en el hombro izquierdo. PERO, no se preocupen. Mi psicóloga me esta ayudando, y una de las asignaciones que me dio fue escribirles cartas a las personas, por… distintas razones, pero pensé comenzar con ustedes.
Aunque Freud Jr. (el diablito de mi hombro, le puse nombre) intente hacerme borrar esta página con todo, o me hace dudar de mis habilidades, o pensar que mis palabras no tienen poder; ustedes han estado ahí. Genuinamente, recibir mensajes de extraños diciendo que se relacionan a lo que cuento, o que lo disfrutan, o que lograron reflejarse ustedes mismos en mis palabras; me llena el corazón de una manera inexplicable y me hace querer seguir luchando por este sueno que tengo desde que tengo memoria, y de lograr impactarlos del mismo modo que otros me han impactado a mí. De establecer una relación virtual y metafórica, pero donde sientan que me conocen y yo a ustedes, donde pueda proveerles ese confort que anhelan, ser para ustedes la persona que, en mis más bajas, añoraba tener a mi lado. Lamento no poder ofrecerlos nada concreto, me disculpo por desaparecer por un mes. Gracias por seguir aquí, espero poder… concretizar mis pensamientos próximamente y darles mejor contenido.
Por ahora, como diría Squidward;
ayuda, bad bunny, blog, creative writing, dickinson, easy a, espanol, esribir, Featured, gay, hailee steinfeld, killing eve, latina, lgbtq, neurotica, paradoja, paradojaneurotica, psicologia, psychopath, Puerto, puerto rico, puertorico, religion, Rico, self-help, serial killer, Series, spongebob, story, writing -
No soy yo, es El Diablo.
Pasé gran parte de mi adolescencia pensando que era una psicópata y el resto de ella, anhelando que tuviera un tumor en el lóbulo frontal, benigno, que estaba controlando mis emociones y decisones.
No quiero que piensen que soy una insensible (he presenciado lo difícil y aterrador que puede llegar a ser manejar tumores en cualquier lugar, y no se lo desearía ni a mi peor enemigo, pero recuerden que este espacio es para compartir los pensamientos que te susurra el diablito que se te sienta en el hombro cada vez que tienes que tomar una decisión), ni que sufría de hipocondría compulsiva y necesitaba evidencia física que comprobara que, efectivamente, me pasaba algo.
(El diablito y ángel a los que me refiero más adelante) No fue nada así, pero para poder entender, tenemos que ir por partes.
De pequeña, era muy cruel. No pienso que era apropósito, y probablemente mi ansiedad e inseguridades exageraron cuán «mala» era (en kinder, por ejemplo, mordía a los nenes–algo que, cuando cuento, los que me conocen usualmente dicen «no me sorprende», y en primer grado recuerdo que empujaba a una nena que podía, literalmente, aplastarme como cucaracha si quería (ella medía como 5’5 y yo mido como 4’9 desde que tengo 7 años.), pero nunca lo hizo. A mi mejor amiga, que conozco desde tercer grado, llegué a amenazarla con un tenedor (no sé) y probablemente fui su primera relación tóxica (que ya hemos hablado sobre eso y superado y pienso que es la amistad más genuina y saludable que tengo y tendré), pero al crecer, desarrollé cierta necesidad de comprobar, aún no sé si a mi misma o a los demás, que soy buena persona.
Es una necesidad que, aún no he superado (que puede ser una de las razones por las cuáles sobre-explico todo y busco reiterarles constantemente que no quiero que piensen mal de mí), pero que he mejorado a través de los años. Solía ser una necesidad que me consumía, que me dominaba y me hacía poner a todo el mundo sobre mí. Ahora, solo es un pensamiento que me susurra el diablito en mi hombro y que puedo manejar. Sin embargo, imagínense cómo me sentí cuando una de mis amistades me dijo que le daba como «vibes de psicópata». Que conste que, nunca me ofendió, simplemente creó un conflicto en mi cerebro que me llevó a pensar que yo era un fenómeno extranjero aún no descubierto.
Usualmente, si te dicen «psicópata», piensas en asesinos. Tal vez piensas en Ted Bundy o Jeffrey Dahmer, puede que te imagines a Christian Bale en American Psycho (no, tampoco la he visto), o a Dexter de… pues, Dexter. Puede que te imagines a tu ex, o a tu madrastra, al perro de tu vecino o a Donald Trump. Aún así, Google dice que «psicópata» no es un diagnóstico oficial. Psicológicamente hablando, un psicópata es alguien que sufre un trastorno de personalidad antisocial. (Sí, cada vez que se refieren a ustedes mismos como antisociales, se están diciendo Ted Bundy. El término correcto para un introvertido sin interés de interactuar con la sociedad, sería asocial. O yo.)
Dexter, Dexter Hay muchos conflictos en este diagnóstico, ya que se sabe muy poco, y lo que sí se sabe se contradice por todos lados. Aún así, para efectos oficiales (y para nosotros), nos vamos a dejar llevar por las señales o síntomas más comunes que presentan en este trastorno. Un comportamiento socialmente irresponsable (o sea, matar al perro de tu vecino porque se hizo caca en tu jardín (sí, te hablo a ti Gru de Despicable Me), ignorar/violar los derechos de los demás, incapacidad de demostrar entre lo que está bien y mal, y una incapacidad de sentir remordimiento o empatía. Tienden a ser mentirosos compulsivos y manipuladores, tienen problemas recurrentes con la ley y una indeferencia general hacia la seguridad y responsabilidad. (Eso dice healthline, por lo menos.)
En arroz y habichuelas, (como decía mi maestra que accidentalmente buscó un video porno mientras intentaba buscar un video de un grillo «molting»–una historia para otro día), un psicópata actúa impulsivamente; como si se dejara llevar por el «diablito», pero sin sentir nada. No necesariamente todos se convierten en asesinos en serie, ni en depredadores desalmados, pero sí tienden a tener tendencias más…rebeldes, dígamos. (Algo que yo, nunca tuve. Yo era buena. Era.) Cosas que uno pensaría «quién quisiera eso? Uy!», pero para alguien que sentía demasiado, la idea de alguien que no siente nada es casi un sueño. (O por lo menos pensaba, he tenido momentos dónde siento «nada» y es un vacío horrible.)
Trigger Warning: Toco temas sensibles más adelante (depresión, ansiedad, self-h**m…) Lean a su discreción.
Yo, juraba que era un fenómeno extranjero porque, aunque nunca le haría daño a nadie, sí me haría a mí. Y si me podía hacer daño a mi misma sin sentir remordimiento ni empatía, era una psicópata, pero solo contra mí. Pensar así, me quitaba el deseo de que fuera un tumor, y le daba sentido a todos los pensamientos que tenía que se sentían… únicos. Pensamientos que, aunque nunca lo había confirmado, solo pensaba yo. Las veces que no me ponía el cinturón apropósito, o cruzaba la calle sin mirar, las veces que me imaginaba una muerte tipo Final Destination cada vez que parabamos detrás de un camión, las veces que veía un cuchillo y en lo que pensaba era en mi vena yugular; todo tenía sentido, era un trastorno de personalidad. Lo que tenía que hacer era aprender a manejarlo y ya, resuelto.
El «tumor» se convirtió en el diablito y comencé a distinguir entre mi «yo normal» y mi «yo psicópata» (una vocecita que me presigue hasta el sol de hoy, pero ya no sé ni cómo llamarle–mi psicóloga dice que le llame ansiedad, pero no sé. Ese nombre como que no le pega.) El diablito que me decía que cada vez que me pelaba con mis amistades, ya–capüt, se fueron de mi vida. Procedo a encerrarme en mi cuarto a llorar mientras escucho Reik debajo de mi sabana (de verdad pasó, Me Duele Amarte todavía me da bien duro). O que cada vez que alguien de mi familia se enojaba conmigo significaba que ya, me odiaban, como si no llevaran los 23 años de mi vida dejándome saber que me aman incondicionalmente.
Me daban celos, pero celos casi posesivos que no podía explicar, y nacía de la voz en mi cabeza diciéndome «mira lo fácil que es reemplazarte, si mejor que tú hay mil», y cuando me importaba alguien, o mejor dicho cuando tuve mi primer grupo de amistades que satisfacía mi fantasía del trio de amigues en cualquier serie clichosa de Disney en los 2000’s, mi peor miedo automáticamente se convertía en perderlos. El «diablito»me convencía de que tenía que hacer todo lo posible por mantener a mis amistades, sin importar lo que tuviera qué hacer.
Trio clichoso de Disney Channel Las veces que lamí tierra, o que me metía en problemas por no hacerle caso a mi familia en un intento de satisfacer ambos lados, porque por una parte estaba el miedo de perder a mis amistades y por el otro el de decepcionar a mi familia (que puede ser la razón por la cuál he visto Turning Red en Disney+ por los menos 15 veces desde que salió–veanla, está bien buena); las veces que permitía que me «gaslightearan» (no sé cómo se dice en español, pero gaslight me), o que me trataran como menos, que me tomaran por sentado. Las veces que me hacían sentir insegura por la ropa que me ponía, o las cosas que me compraba; solo para luego pedírmelo prestado dos días después. El diablito me convencía de que mi valor individual no era suficiente y nunca lo sería, así que tenía que hacer tres veces del esfuerzo necesario para satisfacer a los demás, aún cuando no me satisfacía a mí, aún cuando me drenaba emocional y físicamente. (Que conste que, esas amistades son las mismas que son mis fanáticos #1 en esta página y que lo que digo, no lo digo con resentimiento ni pienso que fue culpa de ellos que me sintiera así.)
Pienso que mis inseguridades me hacían ponerle un peso inmenso encima a mis amistades, y mi afán por que mi vida sea como una película/serie no ayudaba; no creo que mi mejor amiga iba a llegar a dejar su segunda identidad secreta por mí (Hannah Montana:The Movie, si no entienden la referencia, no entiendo qué hacen aquí). Lo que quiero decir es, creé expectativas falsas de las personas que me rodeaban y cuando no las cumplían, sin importar cuán irrealizables fueran (porque literalmente eran basadas en personas ficticias) me decepcionaba. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que mis fallas impactaban mis perspectivas y que, aunque ninguna de mis amistades ha sido perfecta, yo tampoco lo he sido y… that’s okay. Las amistades no se basan en fallas o imperfecciones, se basa en quién está ahí cuando el túnel está alumbrado y el que se queda cuando está tan oscuro que no puedes distinguir ni las sombras–(y pienso que las personas en mi vida actualmente cumplen con los requisitos–sé que me leen, los amo).
El diablito me convencía de que mi familia, por más que me dijeran cuán orgullosos estaban de mí, o cuán inteligente pensaban que era, solo lo decían porque sentían que tenían que decirlo (que debo notar, no es el estilo de mi familia. Mi familia te dice las cosas, de una manera cruel y cruda y espera tu reacción. Si es negativa, como suele ser, se ríen y dicen «es broma»–tengo muchas historias así, ya anhelo contárselas. «Bájate del carro»). Que no importaba cuánto me esforzara o cuán lejos llegara, nunca iba a ser suficiente. Porque aunque cumpliera con las expectativas de ellos, nunca cumpliría con las expectativas que impuse sobre mí (las mismas que creo me imaginé a los trece años; el sueño de convertirme en una escritora famosa joven, con mi best-seller millonario y los miles de productores que me iban a contactar para desarrollarlo como una serie–que yo iba a escribir, producir, dirigir y protagonizar (sí, tipo Lin-Manuel Miranda). Cabe decir, entonces, que cuando cumplí veinte años, oficialmente ya no era «teen», entré en un pre-pre-quarter life crisis por esta presión imaginaria que me impuse y el hecho de que sentía como si todos a mi alrededor seguían adelante con sus vidas, y yo estaba estancada en el mismo sitio. Todo lo cuál me decía el diablito.
(Ahora, les voy a decir algo medio triste, medio… preocupante. Algo que creo que solo llegué a compartir con dos personas y una de ellas fue mi psicóloga–ya no pienso así, estoy mejor. No se asusten. Discreción, (TW) nuevamente.)
No les puedo decir que llegue a una solución fácil ni directa, no les puedo decir que mis «coping mechanisms» fueron los mejores, pero por un tiempo, mi único consuelo era pensar… no me puedo morir, no le puedo hacer eso a mi mamá. No pensaba en mi papá, ni en mis abuelos–todos los cuáles se irían en crisis si me da hasta un catarro, no me podría imaginar algo peor–no pensaba en mis amistades, «ellos lo van a superar, sabe Dios si están hasta mejor…», no pensaba en mis perros ni en mis güimos, o en mis tías que, nuevamente, se irían en crisis. No, decidí que el peso caía sobre mi mamá. Decidí esto, luego de ver Thirteen Reasons Why (Sí, súper estúpido, clichoso pero recuerden–mi afán era que mi vida fuera una película). Mi pensamiento viendo esa serie nunca fue «wow, cómo pudo hacer eso por esas razones?» ni que esta sobre reaccionando, mi pensamiento siempre fue «cómo le pudo hacer eso a su mamá…(que cabe decir que Kate Walsh se botó (la que hace de la mamá que también es Addison en Grey’s y creo que sale en The Umbrella Academy).
Me mantuve así por un tiempo. Con ese pensamiento, y un desinterés constante por todas las cosas que me solían gustar. No sé en qué momento sentí el deseo de buscar ayuda, no puedo recordar qué fue mi rock bottom (no sé si por qué siento que hay tantas posibilidades de cuál haya sido, o si es que mi mente lo bloqueó de mi memoria en un esfuerzo de proteger la poca dignidad que me quedaba), pero decidí hablar con uno de los consejeros de mi universidad (que era guapísimo, wow). Me ayudó, me sentí mejor, dejé de ir. Y seguí en ese ciclo hasta… bueno, ahora mismo estoy en el ciclo (pero mi psicóloga me quería cobrar demasiado así que.)
Sin embargo, las últimas dos psicólogas que tuve siento que fueron las más que me ayudaron silenciar al diablito. A aprender a distinguir entre los pensamientos que quieroo que estén presentes, y los que el diablito está tratando de imponer. Aún hay veces que vuelven, hay veces que se siente como si el diablito ya ni me susurra, me grita al oído, pero poco a poco uno va encontrando formas de manejarlo.
De vieja fue que vine a comprender que el diablito, efectivamente se llamaba depresión y que tenía razón, yo no estaba completamente en control de mis sentimientos ni mis acciones–pero no porque me controlaba un tumor, sino que los químicos en mi cerebro decidieron tener una fiesta y se les olvidó invitar a serotonina, y ahora se chavaron. (O si quieren una explicación más Disney, era Riley en Inside Out. Mi felicidad y tristeza se fueron a dar vueltas por mis memorias y dejaron a mi enojo y mi asco en control.) De vieja, fue que vine a entender que sí estaba enferma, y que aunque no fuera igual de visible que una herida abierta, o un tumor en el cerebro; estaba igual de presente que un dolor de cabeza o un catarro. Por más que no quería aceptarlo, era una enfermedad sin cura. Una enfermedad de la cuál te pueden ofrecer formas de manejarlo, o consejos de cómo mejorarlo, pero nunca cómo dejar de sentirlo. (Y no, lamento decirles: Noticia de Última Hora: Decir «no estés triste», «sonríe más», «sé feliz», «ay, eso es mental», NO lo soluciona. Dicen los científicos, por si eso los hace creerlo más)
Este, lamentablemente no es otra narrativa mía dónde sobre-comparto todos mis pensamientos y hago un «trauma-dump» en el internet para luego acabar con una nota fresita y positiva asegurándoles que todo va a estar bien, porque no quiero ser hipócrita. Esta soy yo, compartiendo mis pensamientos más oscuros a ver si al sacarlos a la luz, se van. Esta soy yo, añorando que alguien en alguna parte del mundo me lea y diga «entiendo completamente» o «wow, yo pensaba que yo era el/la/le único/a/e que pensaba eso», y que esa misma persona esté mejor ya o que al leer esto, se dé cuenta de mi mejora y empiece a buscar la luz al final del túnel. La misma luz que yo, sigo persiguiendo, y cada vez que pienso que estoy apunto de agarrla, me tropiezo y se va. (Estoy bien, no se asusten.)
Esta soy yo diciéndoles que estaba peor de lo que estaba hoy y que, aunque mi yo de trece años estaría decepcionada en que todavía no tenemos millones de dólares y no fuimos la mujer más jóven en ganarse el premio Nobel de literatura; pero mi yo de diesciseis años estaría aliviada de que el dolor de pecho se fue, y el deseo de llorar constante ya no me consume. No busco, activamente, alejarme de las personas en mi alrededor ni me han dejado de interesar las cosas. Mi yo de diesciocho años estaría decepcionada de que ya ni una margarita me puedo tomar sin que me den náuseas, pero orgullosa de que haya buscado ayuda y haya tomado una inciativa por mejorar.
Les puedo decir que buscar ayuda, efectivamente, ayuda a silenciar al diablito, aunque sea un poco. Hacer ejercicio hace que se me olvide que el diablito existe por el hecho de que dejo de sentir mis piernas y mis pulmones se sienten como si fueran a explotar, enfocarme (aunque se me haga sumamente díficil por mi ansiedad/adhd no-diagnosticado) en algo ayuda también y mantener como siete formas de «media» prendidas a mi alrededor ayuda a silenciar al diablito, o por lo menos, distraerlo (por tanto, tengo mi «google home» con lo-fi hip hop beats, en mi iPad pongo algo para ver (usualmente Infieles en Youtube, que es de esos reality shows que son tan malos que son buenísimos, o una de las Ice Age en Disney+—son 5 y solo son válidas en español, igual que todas las Shrek y Mulan), en mi computadora trabajo/escribo/hago estupideces, y en mi teléfono subo y bajo en todas mis redes, leyendo los mismos cinco tweets de las únicas tres personas presentes).
Ser más abierta sobre mis emociones y mis luchas, con mis familiares y amigos, me ha ayudado a validar mis emociones—hasta las negativas, y a hacerme sentir que no es que esté «loca», ni que soy un fracaso total—no es un tumor ni que sea una psicópata—sino que es algo que, lamentablemente, le ocurre a sobre 264 millones de personas. Y lamentablemente, los últimos años han sido tan difíciles para todos (menos para los dueños de Charmin), que es algo común. Algo normal que debería dejar de ser un tabú. (Y esto lo digo de manera cruda y lo lamento—nuevamente, discreción)
El hecho de que alguien no comparta sus ideaciones suicidas o pensamientos negativos, o que le digas que «no diga eso» o que «no piense así», no le quita los pensamientos ni los hace desaparecer—permanecen ahí y ahora es peor porque, ahora están ahí en silencio. Siguen presentes, pero le estás exhortando a la persona a que se los quede guardados y, por lo menos para mí, soltarlo es… terapéutico, libertador. Siento que compartir lo negativo, le quita el poder al «diablito». Es como chotearle a la maestra que el nene que se sienta atrás tuyo te sigue dando patadas, lo tiras al medio y se abochorna.
Compartir lo negativo lo saca de mi cabeza, y mi cabeza tiende a ser «hoarder«. Guarda las cosas y las deja ahí, sin importar que estén expiradas o podridas ya, las guarda y hace aparentar como si siguen siendo importantes —cuando efectivamente, son basura. Siempre se me ha hecho muy difícil superar las cosas, y pienso que cae grandemente en el poder que le daba al diablito hoarder en mi cabeza. Lo dejaba que me siguiera atormentando con lo mismo, ahogándome en un vaso de agua. Ahora, cuando empiezo a sentir que me ahogo, trato de respirar, mirar para abajo y tratar de ver si genuinamente me estoy ahogando en una corriente interminable (o sea, si estoy dejando que mi ansiedad sobre-analice todo y cree un worst case scenario que no es ni realístico) o si estoy en un vaso de agua acostada y lo que tengo que hacer es levantarme y ver que estoy en lo llanito (y sí, un vaso, en cualquier otra cosa sigo sintiendo que me ahogo, pero porque soy bien bajita.)
Así que no sé, tal vez lo negativo los ayudé a ustedes también. (No sé si se han fijado, pero no soy muy buena concluyendo las cosas—pienso que es o por lo de las expectativas imposibles sobre mí misma (que todo lo que escriba tiene que ameritar terminar en la lista de los «best-sellers») o puede ser mis «abandonment issues» y que concluir un escrito implicaría que estoy acabando mi relación blogger —lector, no sé.) Aunque les dije que no iba a darles un final fresita, mentí, los voy a dejar con las dos frases cliché que, genuinamente me han tocado algún área del alma, y que comparto con mis amistades como forma de consuelo.
La primera, es un clásico:
«Las nubes grises también forman parte del paisaje»
Ricardo Arjona, Fuiste TúPorque, efectivamente, sin lo malo, lo bueno no se siente tan impactante. Por eso es que tendemos a tomar por sentado cuando todo va bien.
La segunda, me sorprendió porque salió de una película de muñequitos, que siento siempre tratan de tener un mensaje más profundo y un tipo de moraleja, y fue:
«When you’ve reached rock bottom, there’s only one way to go, and that’s up!»
Buster Moon, Sing (2016)Y aunque no suelo ser muy optimista (porque siento como si cada vez que pienso que estoy en «rock bottom», descubro otra capa terrestre debajo mío que no sabía ni que existía), sí confieso que me inspiró a pensar que, tal vez, las cosas sí pueden mejorar. Puede que todo empeore antes de, pero eventualmente, mejoran.
La última (que dije dos y mentí, perdón, ya saben que no soy narradora confiable), apareció hace poco (en la misma película que he les dije he visto mil veces ya (o sea, todos los días desde que salió), Turning Red) y me impactó de una manera… distinta.
«People have all kinds of sides to them. And some sides are messy. The point isn’t to push the bad stuff away. It’s to make room for it, live with it.»
Jin, Turning Red (2022)(Turning Red (2022) Supongo que eso mismo aprendí a hacer, aprendí a manejar la voz, el lado «psicópata», el diablito, como le quieran llamar, aprendí a vivir con ese lado de mí. Lo importante era saber distinguir entre que pensamientos le pertenecían al diablito (a la ansiedad, que como dice mi casi madrina «no me pertenece, solo me visita de vez en cuando, pero no tiene por qué quedarse) y los que me pertenecían a mí. A tratar de flipear la perspectiva de una manera dónde entendiera que, efectivamente tenemos pensamientos que no podemos controlar, pero saber manejar la importancia que le damos es lo que determina nuestra sanidad.
Espero que ustedes también, aprendan a manejar a sus diablitos.
(Yo sigo intentando, hay veces que no puedo pero… poco a poco, no?)

I couldn’t refrain from commenting. Exceptionally
well written!
Me gustaMe gusta