«Otro día», al fin llegó.

El amor es algo extraño. No creo que existan palabras suficientes para describirlo; y eso para mí, es raro. Las palabras tienden ser mi arma, mi entrada al mundo, mi método de expresión, de comunicación… Como nunca dejamos de sentir, por ende, de expresar; nunca existirán palabras suficientes para describir cada sensación, cada sentimiento, cada mirada...

Nunca habrán palabras suficientes para describir cómo me hiciste sentir. Desde un principio, pude sentir el hale, casi magnético. Desde antes de conocerte, estuvo ahí, como si Dios estaba «foreshadowing» mejores días. No sé qué hubiera hecho si no llegabas a mi vida. No sé cómo hubiera logrado… seguir, sin haberte conocido. Conocerte fue como si llevaba estancada en un túnel oscuro y al fin alguien prendió una vela para enseñarme que la salida del túnel, para ir hacía la luz, hacía el camino que anhelaba; estaba al frente mío todo ese tiempo. Conocerte fue escuchar canciones de amor y sonreír porque sabía de lo que hablaban, porque podía relacionarme a los sentimientos que narraban. Conocerte fue que… todas las canciones de amor, inconscientemente, eran dedicadas a ti. Fue sentir que al fin me amarraron bien las cuerdas para irme bungee jumping, como si alguien por fin me dijo (sí, reusando metáforas) ‘»pendeja, estás bien?», luego de años de solo escuchar estás bien pendeja.

Fue entender las películas de amor clichosas, y sentir, por fin, de lo que tanto hablaban en los «rom-coms». Fue comprender que efectivamente, el amor se compone de felicidad, pero también de tristeza, enojo, frustración… tiempo, comprensión, entendimiento… «compromises»... Fue estar consciente, en todo momento, que nada en la vida duraría para siempre, y que cuando lo nuestro acabara; aunque se sentiría como el fin, como si me quedé estancada en el túnel y el tren me cruzó por encima una y otra y otra vez; habría, por lo menos, sido amada de la manera que tanto anhelaba. Un amor incondicional (o bueno, así se sentía), compuesto de confianza y un sentido extraño de entendimiento; una conexión que se sentía planteada por el universo.

Amarte fue, mágico. Fue entender a lo que todos se referían cuando decían que «cuando dejes de buscar, ahí encuentras.» Fue sentir el corazón lleno cuando recordaste que mi sabor de «ring pop» preferido era «Berry Blast«, fue querer llorar de la felicidad después de haber tenido un mal día y llegar para que me recibieras con peluches y dulces, o con cosas que simplemente te recordaban a mi.

Fue confiar en alguien, plena y completamente, por primera vez en mi vida. Fue sentir que quería decirte todo, porque… no sé. Sentía que podía.. y quería que supieras hasta lo más profundo de mí. (Alguien me comentó que hago demasiadas referencias en estos posts, pero no me importa, así que aquí les va otra; era como si ella era Shrek y quería que siguiera pelando mis capas, como si fuera una cebolla). Amarte fue llorar cuando te fuiste, aunque sabía que te iba a ver en menos de una semana; aunque solo te fuiste a 45 minutos de mí; aunque habías pasado el día entero contigo…

Amarte fue entender por qué a las personas les gusta el afecto. Fue aprender lo que es sentirse segura y cómoda en tus brazos. Fue casi necesitar agarrar tu mano cada vez que estaba cerca de mí, fue querer sentirte cerca siempre. Fue alejarme de lo que me hacía sentir mal, pero porque aprendí lo que se sentía bien contigo. Fue alejarme de dónde me sentía menos, o incomprendida; porque me enseñaste lo que era sentirme valorada. Me enseñaste que todo el tiempo que pasé pensando que la que era «rara» o incomprendida era yo, en realidad era que los demás no se esforzaban lo suficiente en escuchar y entenderme, y que todos los pensamientos e ideas que reprimía dentro de mí con tal de no continuar sintiéndome como un fenómeno en mis círculos cercanos, los podía compartir contigo, porque tú sí entendías, tú si me escucharías.

Amarte fue permitirme ser vulnerable y abierta, fue aprender a amarme a mí. Fue desarrollar confianza y aumentar mi auto-estima–y aunque en el momento temía que lo hacía en busca de que siguieras conmigo siempre, me ayudó a mejorar como persona.

Fue querer hacer todo lo posible por verte sonreír. Fue querer otorgarte la luna, sin que me la pidieras. Fue sentir que merecías tanto, mucho más de lo que yo pudiera darte, y que aunque no lograra llegarle ni a los talones a la pareja que quería ser para ti, lograría por lo menos demostrarte que intentaría lo que fuera por serlo.

Del mismo modo… amarte fue aceptar recibir menos de lo que sentía que merecía, y justificarlo con el hecho de que, intentabas darme lo más que podías; pero de un modo distinto al mío, y por eso no lo veía. Fue mandarte 2 y 3 mensajes corridos y sentirme como una loca, por estar hablando sola, y mentirme a mi misma diciéndome que no me afectaba tu silencio. Que cada vez que te reprochaba el hecho de que no contestabas, o que me ignorabas la mayoría del día, me dijeras que estabas consciente de los mensajes. Decirme que estabas consciente de todos mis intentos de, ni siquiera hablarte, de asegurarme que estabas bien. Amarte fue no querer alejarme, aún cuando casi me rogabas que lo hiciera, porque a pesar de que tu distancia se sentía como si poco a poco me clavaban el pecho, no tenerte se sentiría peor.

Amarte fue aceptarte incondicionalmente, sin querer cambiar nada de ti; aún cuando hubo momentos en donde me hiciste pensar que no era reciproco. Era intentar probarte, o proveerte evidencia concreta, de que para mí, eras y siempre serías la única.

Hacerte darte cuenta de que nunca nadie me había hecho sentir del mismo modo que ella me hizo sentir la primera vez que nos agarramos la mano, o nuestro primer beso, o la vez que me besó en el baño de una barra (muy tipo película). Fue aceptar tu incertidumbre sobre estar conmigo cada vez que discutíamos, fue alejarme de cualquier persona que te pudiera causar inseguridades por no querer seguir lastimándote. Fue dar todo de mí, aún cuando sabía que no recibía lo mismo a cambio. Lo aceptada todo–lo bueno, lo malo y lo que quedaba entre-medio, porque te amaba. Porque en mi mente, el amor; o mejor dicho nuestra relación, después que lo «bueno» superara lo mano, (como dirían los niños de hoy día–tengo 23 años, una anciana) estábamos gucci.

Amarte fue… confuso y difícil, frustrante. Amarte fue complicado y desgarrante, fue como si se llevaran mitad de mi corazón prestado y al dejarme, te lo quedaste y ahora no sé cómo rellenarlo. Amarte fue ver poco a poco cómo cambiabas e inconscientemente me tomabas por sentado. Amarte fue ver cómo tu salud mental no te permitía dar más. Fue querer pensar que, sí me amabas, aunque no lo demostrabas de la misma forma que yo. Aunque nuestros «love languages» eran distintos, comoquiera podíamos encontrar una forma de comunicarnos con ellos.

Pero…también… amarte fue un suspiro. Amarte fue el respiro profundo que necesitaba para salir del fondo del oceáno. Amarte fue… paz, fue sentirme suficiente por primera vez en mi vida, fue descubrir cosas nuevas, aprender a manejar de forma distinta las cosas. Amarte fue el empuje a mejorar, por mí. Amarte fue refrescante, casi necesario. Fue aprender cosas nuevas, comer comidas distintas. Fue aprenderme canciones que me alzaban el alma porque me hacían pensar en ti (y que ahora no puedo escuchar sin llorar inconsolablemente). Fue crecer como persona, como estudiante, como novia, como amiga. Fue tener la confianza y la seguridad de salir del clóset en Facebook, fue poder compartir con los demás mi felicidad; porque por primera vez, conocí lo que era la felicidad genuina y plena. Y aunque solo nos duró dos años y medio… siempre la consideraré así. Siempre te recordaré así.

Amarte fue de las mejores cosas que hice y haré en mi vida; y espero que tengas presente que, aunque no estés en mi vida, lo estarás siempre en mi corazón.

Y supongo que tú, mi querido lector debes estar confundido. Sintiendo como si estás leyendo el diario de el extraño a quién se le quedó en Starbucks, como si eres Lizbeth Rodríguez (Infieles en YouTube, buenisimo busquenlo) y ya te dejé revisar mi celular sin recordar los mensajes, fotos y notas vergonsozas que tengo en él.

En una de mis primeras publicaciones (Capítulo 2: Straight, pero con sazón), les dije que otro día les hablaría sobre mi primer amor genuino. Y pues hoy, llegó el día. Y qué mejor manera de compartirla que tipo Tommy Torres en Querido Tommy (escribiéndole una carta a mi amor perdido fingiendo que sé que nunca lo leerá, pero deseando que lo hiciera). Mentiría si parte de mi no anhela que ella lo lea. Que a pesar de que hizo todo lo posible por alejarse (para que esto fuera más fácil, supongo), pueda ver cómo me siento y me sentí. Pueda saber que no tengo ningún tipo de enojo ni rencor, porque ambas cometimos errores y no creo que ninguna de las dos terminó la relación siendo las mismas que fuimos cuando la comenzamos. Para que pueda saber que aún pienso en ella, y la recuerdo con amor y nostalgia… y también con dolor en el alma y en el pecho, pero… pues. Uno sigue adelante y se lleva los recuerdos con uno, no?

Hay tanto que siento me queda por decir, por sentir. Pero como les dije… no hay palabras suficientes. Y miren que las han buscado; desde José Luis Perales diciendo que el amor es llorar cuando nos dice adiós, que es soñar oyendo una canción, a José José reclamándonos que todos sabemos querer pero pocos sabemos amor, porque amar y querer no es igual, amar es sufrir y querer es gozar. El que ama todo lo da, y el que quiere pretende olvidar y nunca llorar. (Y espero que sepas, que nunca podría olvidarte y que aún no dejó de llorar…) Desde Selena Gomez buscando un «loophole» para expresarse y meramente describir sus sentimientos diciéndote que te dedica todas las canciones de amor (I love you like a lovesong, baby) , o Hannah Montana diciéndote que «He could be the one», porque toca guitarra y tiene el pelo largo. Desde la carrera entera de Paulo Cohelo, o los amores trágicos de Shakespeare–nunca habrán palabras suficientes, siempre encontrarán nuevas formas de describir el amor y lo que nos hace sentir.